viernes, 30 de enero de 2015

Reyes en Museo UN




Ramón Pérez-Maura, en ABC, ha comentado así la inauguración del Museo Universidad de Navarra: 

El pasado jueves, veintiséis años después de salir de Pamplona, volví a mi alma máter para un hecho sin precedentes en las universidades españolas. Los Reyes acudieron a inaugurar el Museo Universidad de Navarra. Y no tiene precedentes porque en España las universidades no tienen museos. En Estados Unidos las universidades buscan cualquier cosa como elemento para crear valor por medio de un museo universitario. Y quien más, quien menos, encuentra un expresidente que dona su biblioteca y papeles para hacer un museo más o menos hagiográfico de sus años en el despacho Oval. Lo que ha hecho la Universidad de Navarra es algo muy difícil de igualar. En un espectacular edificio de Rafael Moneo, que ha costado 22,5 millones de euros y al que el contribuyente -usted y yo, querido lector- ha aportado exactamente 0 euros, se han juntado fabulosas donaciones de particulares como la espectacular colección de María Josefa Huarte -Chillida, Picasso, Rothko, Kandinsky, Tapies- o el legado fotográfico de Ortiz de Echagüe, que desde los tiempos de mi paso por esa Universidad aguardaba en un almacén el momento y las condiciones idóneas para ser expuesto.

El rector, Alfonso Sánchez-Tabernero, pronunció, sin papeles, una breve alocución recordando al Conde de Barcelona y explicando el sentido de este museo precursor. La Casa del Rey había anunciado que Su Majestad no haría ningún discurso. Pero terminado el rector magnífico, el Rey sacó unas notas manuscritas -que desde luego no habían sido redactadas por el ministro Wert, de pie un metro detrás del Monarca- e hizo un discurso seductor, con el que conquistó a la audiencia toda, si es que no lo estaba ya.

En el barullo posterior, se escuchó a Miguel Zugaza, director del Museo del Prado, decir a Rafael Moneo, padre de la criatura: «Esto es como lo que nos hiciste a nosotros, pero bien acabado, ¿no?».

jueves, 22 de enero de 2015

La señora Mike


Hacia 1910, una chica que ha vivido sus dieciséis años en Boston se casa con un joven sargento de la Policía Montada, al que destinan al norte del país. Después de un viaje de tres meses, Kathy y Mike llegan en trineo a su nuevo hogar: una cabaña en tierra de tramperos y cazadores, en convivencia pacífica con los indios autóctonos.

A pesar de su tosca traducción, La señora Mike es una novela poderosa y atractiva, trenzada con aventuras sorprendentes, llenas de dramatismo. Si la naturaleza grandiosa –hostil durante largos meses- nos recuerda a Jack London, los personajes no respiran nihilismo y violencia sino nobleza, y resultan tan creíbles que parecen reales, no literarios. En sus vidas sencillas y esforzadas, a miles de millas de la civilización, brilla siempre la dignidad.

Por momentos, los efectos devastadores de un incendio o una epidemia que se ceban en niños y ancianos, nos introducen en el escenario de una tragedia griega, pero el sufrimiento no tiene la última palabra. ¿Qué sabor de boca te deja esta lectura cuando llegas a la última página? Sin duda, la de haber disfrutado con una dura y hermosa historia de amor auténtico, rematada por un magnífico final. 
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sábado, 17 de enero de 2015

Libertad de expresión



* Mercedes Ruiz Paz escribió en su día un libro excelente: “Los límites de la educación”.

* Si no tuviera límites la libertad de expresión, nada podríamos objetar contra quienes se expresan a tiros.

* Leo en EL MUNDO a Carmen Rigalt: “Lo que no me gusta de los católicos es su afición al dogmatismo, su falta de autocrítica y la nula tolerancia con las demás religiones”.

* Por alusiones: lo que no me gusta de Carmen Rigalt es su afición al dogmatismo, su falta de autocrítica y la nula tolerancia con los católicos.

* Un link y un aplauso a Francisco Contreras por su clarificador análisis de Charlie Hebdo.


domingo, 11 de enero de 2015

Charlie Hebdo


Hace años, cuando estalló la crisis de las viñetas, el presidente Chirac reconoció una evidencia elemental: que Charlie Hebdo había causado “una provocación innecesaria”. Nadie con un poco de dignidad deja de condenar el reciente atentado terrorista y la vileza de los asesinatos. Pero nadie con la misma dignidad, después de echar un simple vistazo a las portadas del pasquín, puede aprobar su escarnio constante y aberrante de la religión, ni llamar libertad de expresión a esa persistente blasfemia.
La Historia enseña que una civilización no es conquistada desde fuera hasta que no se ha destruido a sí misma desde dentro; y la basura ofensiva de Charlie Hebdo, como los antivalores que defiende, expresan la profundidad de la crisis de Europa mejor que nuestra maltrecha economía. La Historia, muy a pesar de los laicistas, también enseña que las religiones fundan las civilizaciones, que a su vez mueren cuando entierran el espíritu que las fundó.
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domingo, 4 de enero de 2015

Un baile para 2015

  
 El baile tras la tormenta 
es una sucesión de relatos de disidentes. Epopeyas heroicas sería su resumen exacto. Porque en el mundo desquiciado del pasado comunismo soviético, durante las décadas centrales del siglo XX, la disidencia solía pagarse con la deportación, la cárcel, la tortura y la muerte. Así lo corroboran innumerables testimonios, desde el Nobel Solzhenitsin hasta la feminista Goricheva.
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Si no se ha vivido en ese infierno es difícil creerlo, incluso imaginarlo. Pero fue real, abrumadoramente real. Sin embargo, esa moneda tiene otra cara: en medio de esos años tenebrosos brillan las vidas de quienes no estuvieron dispuestos a dar la espalda a Cristo, hombres y mujeres de toda edad y condición. Si muchos ya descansan en paz, otros han vivido para contarlo al periodista José Miguel Cejas, que recopila con notable acierto. Historias duras y hermosas, como los años de cárcel del joven sacerdote jesuita Sigitas Tamkevicius, actual obispo de Kaunas (Lituania).

Por estas páginas se asoman finlandeses, lituanos, estonios, letones, rusos y escandinavos. Hombres y mujeres de los ambientes culturales y sociológicos más diversos: músicos, pintores, reporteros de guerra, sacerdotes, médicos, actores de teatro, cantantes de rock, profesores de Universidad…

Este libro tan enriquecedor es también, y no debo omitirlo, una profunda lección de historia: de lo que Hermann Tertsch ha llamado, con acierto, la venganza de la historia.