lunes, 27 de julio de 2015

Holandays


Más que un país con bosques Holanda es un bosque con país, un verde interminable salpicado de casas, pueblos, granjas, molinos, campanarios… Y surcado por canales como venas por donde circulan sin prisa euros y mercancías. Canales que conservan la belleza pintada por Vermeer o Van Gogh. Quizá esa belleza geométrica, ese mundo de diseño, explique en parte la pintura holandesa, tan paisajista y minuciosa, todo un milagro estético: ahí está la fabulosa Museumplein de Amsterdam, y pinacotecas como el Rijks, el Kröller-Müller y el Maurithuis, donde puedes asomarte a la incomparable vista de Delft o encontrarte con la mirada de la chica de la perla.

El país se mueve plácidamente en bicicleta, supongo que muy lejos del peligro de infarto. Preguntar a un holandés si usa la bici es como preguntarle si se pone calzado o pantalones para salir de casa. Además de pedalear, le encanta el orden y la precisión, como salta a la vista en la arquitectura, los jardines, las máquinas, los horarios… “Pensamos poco pero calculamos mucho”, me explica Daan. A mí me han parecido tipos tranquilos, deportistas, educados, políglotas y sumamente respetuosos. ¿Es que aquí no hay macarras? “Esos cruzan los Pirineos”, me dice Jan en broma. Creo que lo único que escapa al control del holandés es el aguacero, siempre acechante a la vuelta de la esquina; pero esa lluvia asegurada es una bendición para los campos y convierte en una fiesta la aparición del sol.
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