El caso Flew

 

Antony Flew, el filósofo de Oxford con la argumentación atea más sólida del siglo XX, abandonó el ateísmo después de medio siglo, tras estudiar la información codificada en el ADN y la precisión de las leyes físicas que hacen posible el Universo. 

El 9 de diciembre de 2004, la Associated Press titulaba así: “Uno de los líderes mundiales del ateísmo ha pasado a creer en Dios, basándose en la evidencia científica”. El anuncio se convirtió en un acontecimiento mediático internacional. No en vano “Teología y falsificación”, el texto que Flew había leído en 1950, en el Socratic Club de Oxford, presidido por C. S. Lewis, es la publicación filosófica más veces reimpresa del siglo XX. 

Flew, haciendo gala de una honradez intelectual poco común, decidió aceptar la conclusión a la que le llevaban sus estudios de física atómica y biología molecular. Después de 60 años, giraba en redondo y coincidía con sus grandes adversarios, en especial con C. S. Lewis, que con magnífica ironía había escrito: “Todo en el Universo puede ser explicado por un conjunto de leyes, salvo esas leyes y salvo el mismo Universo, lo cual constituye una notable excepción”.

Dios existe, el breve libro donde Flew cuenta su proceso, no tiene desperdicio. Mi agradecimiento a la Editorial Trotta.

Resumen de Federico

Leo en El Mundo de hoy: "Apoteosis mediática del ritual católico. La forma en que los medios audiovisuales del mundo entero -casi todos con una programación opuesta a los valores católicos- han cubierto el Cónclave y la elección de nuevo Papa en el Vaticano ha sido sorprendente y apabullante. Hasta cadenas españolas que hacen gala de su hostilidad al cristianismo han tratado el Cónclave mejor que los Oscar, con un sólido argumento: los Oscar tienen 86 años; el cristianismo, 2000; y la escena vaticana la han creado los mejores artistas, con Bernini y Miguel Ángel a la cabeza". 

Lo que Federico ya no dice es por qué tiene el cristianismo 2000 años, y por qué los mejores artistas son cristianos.

Aforismos de Lorda

Empiezo la reseña por el final: este pequeño libro es un tesoro que se va desvelando a cada página, que nos parece interesante desde su inicio y magnífico en sus últimos capítulos.

Dicho esto, añado que el aforismo, género clásico, invita al lector a saborear un pensamiento breve y sorprendente. Lo encontramos en los griegos y en la Biblia, en Séneca y los romanos, en Pascal y los franceses, en Gracián y los españoles, en Nietzsche y los indignados.

Juan Luis Lorda no cae en la trampa habitual de confundir aforismo y ocurrencia. Su amplia formación le permite, además, abordar asuntos tan diversos como esenciales: las etapas de la vida, los sentimientos, el amor, la familia, la educación, el carácter, el trabajo, la cultura, la historia, la filosofía, la música, la belleza, la economía, la política, la religión.

Ingeniero, sacerdote y profesor de Antropología filosófica, Lorda suma a su envidiable cultura, a su ponderada reflexión, a su buen humor, una sabiduría cristiana que representa la marca de la casa, el plus que no encontramos en Marco Aurelio, Confucio o Montaigne.