Antony
Flew, el filósofo de Oxford con la argumentación atea más sólida del siglo XX,
abandonó el ateísmo después de medio siglo, tras estudiar la información
codificada en el ADN y la precisión de las leyes físicas que hacen posible el
Universo.
El 9 de
diciembre de 2004, la
Associated Press titulaba así: “Uno de los líderes
mundiales del ateísmo ha pasado a creer en Dios, basándose en la evidencia
científica”. El anuncio se convirtió en un acontecimiento mediático internacional. No en vano “Teología y falsificación”, el texto que Flew había leído en
1950, en el Socratic Club de Oxford, presidido por C. S. Lewis, es la
publicación filosófica más veces reimpresa del siglo XX.
Flew,
haciendo gala de una honradez intelectual poco común, decidió aceptar la
conclusión a la que le llevaban sus estudios de física atómica y biología
molecular. Después de 60 años, giraba en redondo y coincidía con sus grandes
adversarios, en especial con C. S. Lewis, que con magnífica ironía había
escrito: “Todo en el Universo puede ser explicado por un conjunto de leyes,
salvo esas leyes y salvo el mismo Universo, lo cual constituye una notable
excepción”.
Dios existe, el breve libro donde Flew cuenta su proceso, no tiene desperdicio. Mi agradecimiento a la Editorial Trotta.