jueves, 15 de mayo de 2014

Conchita en Eurovisión













Resumo un artículo de Benigno Blanco en paginasDigital.es, titulado ¿El hombre es dios y Eurovisión su profeta?
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Este año el festival de Eurovisión nos ha acercado un poco más al mundo de la novela 1984 de Orwell: el gran hermano televisivo construye una realidad puramente ficticia para vendernos una verdad sobre lo humano ajena a la realidad de las cosas, pero que interesa al poder establecido. La diferencia con el mundo totalitario imaginado por Orwell es que lo que en éste era sórdido y gris, en el gran hermano eurovisivo es glamuroso y estéticamente brillante. La gran semejanza es que en ambos casos la finalidad es destruir a la persona para garantizar el poder de las élites del momento.
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Eurovisión nos ha presentado a un personaje ficticio (Conchita es en realidad un señor llamado Tom Neuwirrth) e imposible (el andrógino, la mujer barbuda), como símbolo de la capacidad del ser humano de crearse a sí mismo, definiendo su sexualidad al margen de la naturaleza dada como hombre o mujer. Si la ideología de género es la rebelión del hombre contra su condición de criatura, Eurovisión ha sido su profeta por unas horas.
Una causa terrible aunque imposible: borrar la huella de la creación en el hombre, deshumanizar al ser humano convirtiéndolo en un dios que se autocrea a sí mismo sin presupuesto natural previo alguno, como el ave fénix que se construye a sí misma desde una ceniza informe previa. Tengo para mí que detrás de todo esto hay muchas causas. Pero más allá está la ideología de género en sus versiones más extremas, un motor cada vez más patente y determinante, que sobrevuela y a la vez subyace a todas las otras.
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Se trata del intento de algunos de crear una sociedad postreligiosa y específicamente postcristiana pues piensan que la religión –y en especial la verdadera– es algo a superar si queremos construir (como ellos quieren) un mundo sin Dios, mundo que imaginan sin guerra ni violencia, al haber desaparecido la gran causa de división que es –según ellos– la pretensión de verdad de la religión (verdadera). Pero acabar con la Iglesia por la vía tradicional de la violencia (matar curas y obispos, quemar iglesias, prohibir las actividad religiosa, etc) no funciona. Ni Hitler, ni Lenin, ni Stalin, ni Nerón, ni Mao, ni… lo consiguieron. Hay que buscar un nuevo método: eliminar la base, los cristianos. ¿Cómo? Deshumanizando al hombre. Sin hombres no habrá cristianos. ¿Y cómo deshumanizar al hombre? Destruyendo la imagen de Dios en el hombre: la sexualidad.
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Tienen razón: si no respetamos nuestra sexualidad, nuestra feminidad o masculinidad, renunciamos a lo que nos define como humanos pues no hay otra forma de ser humano que ser hombre o mujer. Para ser ave fénix hay que renunciar a ser hombre o mujer. Por eso, el género como ideología, el juego mefistofélico queer, es un intento de crear una sociedad posthumana y, por ende, postcristiana, un mundo sin Dios… y sin seres humanos, que serán sustituidos por alfas y betas adictos al soma (al sexo) como juego. Así pasamos de la distopía de Orwell a la de Husley, pero no importa pues ambas tienen en común lo mismo: el monopolio del poder por una élite que dirige y controla un rebaño de posthumanos con figura humana.
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Quien lea esto que no se asuste. Lo que he descrito es imposible, no sucederá. Pero si no lo atajamos a tiempo, su coste en vidas humanas (ahí está el aborto como testigo) y en felicidad personal puede ser tan terrible como el de los totalitarismos ideológicos del siglo XX. El paraíso del género no existirá nunca porque es imposible, como lo era el reich del milenio o el paraíso comunista. Para comprobarlo, ¿vamos a pagar el mismo alto coste humano que pagamos para desengañarnos de los mitos nazis o marxistas? Espero que no, que aprendamos a tiempo.
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El ficticio ave fénix de Eurovisión 2014 quizá no sepa nada de esto; probablemente él esté a lo suyo, sin más (no soy quién para juzgarle), pero en el juego global de la estrategia de género este espectáculo que las televisiones europeas acaban de dar es una pieza más del puzzle ideológico de nuestra época ante el que no podemos ni chuparnos el dedo ni mostrar indiferencia si queremos ser actores responsables de nuestra época.
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