sábado, 16 de mayo de 2015
martes, 12 de mayo de 2015
Fin de curso 2015
Quim Cassany, alumno de 1º, escribe sobre nuestro último invitado:
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Javi Pascual es un valiente donostiarra que nos habló ayer en la Facultad de Económicas de la UNAV. Se trata de un hombre con discapacidad locomotriz congénita, que desde su silla de ruedas nos ha contado su experiencia con la enfermedad. En primer lugar, he podido observar a un hombre que ha sabido aceptar su condición sin renunciar a un papel en la sociedad. Esta forma de aceptar su implacable realidad y convertirla en una oportunidad, al margen de lo que otros puedan pensar, denota un claro amor a la vida y también a los demás.
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Otra cosa con la que me he quedado es su espíritu de superación. Javi es uno de los miembros más activos de ASPACE en San Sebastián. Él explica que podría haberse quedado en casa, comiendo y viendo la tele todo el día. Sin embargo, decidió (porque ante todo es una decisión personal) dar lo máximo de sí mismo para cumplir el objetivo de dignificar la vida de la gente con parálisis cerebral. “Eso da sentido a mi vida”, dijo. “Por trabajar en la Fundación me levanto cada mañana a librar una nueva batalla contra las barreras de la enfermedad”. Pero lo que me ha dejado atónito es su empatía y buen humor, que han provocado nuestra risa varias veces. Si todos tuviéramos su mismo espíritu, sin duda estaríamos en un mundo infinitamente mejor.
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Carmen Díaz, del mismo curso, escribía en septiembre:
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Hace tres semanas que aterrice en el aula 05 de la Facultad de Económicas de la Universidad de Navarra, y quizá sea una osadía opinar sobre la UNAV con una experiencia tan corta. Mis compañeros de clase, que al principio solo eran caras nuevas, se han ido convirtiendo en mis compañeros de batalla, porque todos y cada uno de ellos son imprescindibles y cuando falta uno, se nota. Procedentes de cada rincón de España, de Latinoamérica, de Australia, de Estados Unidos, formamos una torre de Babel en la que todos buscamos y esperamos lo mismo. Todos hacemos que esta Universidad sea, como dice Alejandro Llano, realmente universal por sus saberes, personas, lugares, ideas y creencias.
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Una de las cosas que verdaderamente me han impactado de la UNAV es el clima de entusiasmo que se respira día a día en el campus; las ganas con las que todos afrontamos los temas para ser excelentes; las sonrisas que contagian al campus entero. No puedo hablar de otras Universidades porque no he vivido experiencias en ellas, pero sí puedo decir que la UNAV se adapta a la perfección a la definición de Universidad y a las expectativas que yo tenía. “Forma superior de convivencia culta”, dijo don Álvaro d’Ors. Yo, como estudiante de Economics, Leadership and Governance en la Universidad de Navarra, tengo la suerte de vivir los cuatro conceptos que componen esta definición, en mí día a día como universitaria.
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miércoles, 6 de mayo de 2015
Pioneros, Willa Cather
“Un día de enero, la pequeña ciudad de Hanover, anclada en una meseta de Nebraska, intentaba que no se la llevara el viento. Las casas, bajas y sin gracia, se amontonaban sobre la pradera gris bajo un cielo gris”.
Así comienza Pioneros, una lograda descripción, a lo largo de 260 páginas, de la vida de los primeros checos y escandinavos en Norteamérica, durante los últimos años del siglo XIX. Willa Cather tenía 40 años cuando publicó esta novela. Había nacido en Virginia y fue enviada a los ocho años a Nebraska, el primero de los grandes asentamientos al norte del Misisipí tras la guerra civil. Allí conoció la vida dura de “la aristocracia de las praderas”, tan diferente a la aristocracia de las ciudades, dibujada por su contemporánea Edith Wharton.
Willa Cather es también, en la literatura norteamericana, contemporánea de Jack London y anterior a la “generación perdida”. En Pioneros aparece todo el claroscuro de la vida, sin que falte la tragedia. Pero el balance es positivo y luminoso, entre otras razones porque los planteamientos de esas familias de colonos son cristianos. La figura central es Alexandra, una joven valiente y sensata que se hace cargo de la familia a la muerte de su padre, y que con tesón e inteligencia convierte su granja en una de las más prósperas del territorio.
Aquel verano, las lluvias habían sido tan abundantes y oportunas que Shabata y su peón a duras penas podían con todo el maíz; el huerto era una selva descuidada, donde habían crecido todo tipo de hierbas, hierbajos y flores (…). Al sur de los albaricoqueros, junto al trigal, estaba la alfalfa de Frank, donde siempre había millares de mariposas blancas y amarillas revoloteando sobre las flores púrpuras. Cuando Emil llegó a la esquina más baja, junto al seto, Marie estaba sentada bajo su morera, con el cubo lleno de cerezas al lado, contemplando la suave e incesante ondulación del trigo.
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