Damos
por sentado que la educación es una tarea tan importante como difícil, y que
escuela y familia, padres y profesores, pueden mejorar mucho. Dicho esto, debo
añadir que esta guía para perplejos
es una mina de información, experiencia y sentido común. Una lectura, por
tanto, altamente recomendable a padres y profesores.
Inger Enkvist, catedrática de Español en Suecia, describe la politización de las
reformas educativas en muchos países occidentales; analiza los errores de la
llamada nueva pedagogía, nacida con la revolución de mayo del 68; destaca, entre esos errores, el haber confundido la igualdad de
derechos con el derecho a no ser evaluado negativamente; explica que esa
premisa equivocada lleva a sustituir el aprendizaje por la mera escolarización,
suficiente para conseguir su triple ideal: autonomía,
tecnología y facilidad.
El
igualitarismo –nadie puede ser mejor ni peor- lleva consigo la devaluación de
contenidos, la sustitución de los exámenes difíciles por los trabajos fáciles,
y el paso de las calificaciones objetivas a la ambigüedad del “progresa
adecuadamente”.
En la
raíz de la nueva pedagogía encontramos también a Rousseau. Su romántico buenismo,
al poner el énfasis educativo en los sentimientos y la motivación, ha
desprestigiado la autoridad del profesor y el esfuerzo de la voluntad. Por eso,
cada vez hay más “escuelas en donde no se lleva a cabo ningún tipo de
educación, ni intelectual ni moral”. Al buenismo
le cuesta digerir el aumento de vandalismo y de acoso escolar, pues en la
escuela lúdica y divertida no debería existir la violencia. Pero los hechos demuestran
lo contrario: que, si la familia y la escuela no exigen el cumplimiento de
ciertas normas, ellas mismas pagan las consecuencias, y después la sociedad
entera.
Frente
a la facilidad como ideal, toda educación de calidad ofrece programas de
estudio exigentes, para que los jóvenes sientan su tarea como un reto que puede
ser gratificante. Esa calidad implica fijar umbrales para acceder a los diferentes
cursos, pues de lo contrario se forman bolsas de fracaso escolar que tienden a
colapsar el sistema y llevan a un fracaso vital más amplio. En la evaluación
internacional PISA, los países con mejores resultados son los que centran la
educación en el aprendizaje esforzado, no los que prefieren la autonomía del
alumno. Es la diferencia, por ejemplo, entre Finlandia y Suecia. En Finlandia
no ha entrado la nueva pedagogía, la selección del profesorado es exigente y su
retribución económica es alta, igual que su reconocimiento social.
Además,
la falta de estudio y de lectura produce ignorancia conformista y esquemas
mentales muy limitados. Exigir esfuerzo a los alumnos es mostrarles respeto.
“De ninguna manera los adultos, y menos los profesores, deben respetar la
cultura de la incultura”
Continuará, por supuesto.