acostumbrada al páramo sombrío,
donde estaban tu casa y esas rosas
y la luz que encendías a la noche;
la casa que jamás me abrió sus puertas,
pero sus rosas y su luz bastaban,
para saber de ti, de luz y rosas.
Julio Martínez Mesanza, director del Instituto Cervantes en cinco países, ha
ganado el Premio Nacional de Poesía por
su obra Gloria, publicada en la prestigiosa Colección Adonáis (Rialp).
Poeta de la generación de los ochenta, Mesanza cultiva en endecasílabos blancos una poesía intensa, inteligente y culta, que bucea en el misterio humano y divino que nos constituye. Dos pilares son esenciales en su obra: uno es la tradición literaria, con Borges, Claudel, el romancero, Lorca, la poesía intimista de Lope...; otro es la Biblia, en especial el Génesis, los Salmos y profetas como Isaías.
UNA madona de van eyck y el niño,
que miran desde el tiempo de la gracia,
ese claro en el cielo incomprensible,
que dice imagen, gloria y semejanza.
Carmelo Guillén me explica que el mundo del poeta, cargado de iglesias, santos o advocaciones marianas, al mismo tiempo está repleto de vencidos, desertores o traidores; un mundo —reflejo de Occidente— regido por la ley de la fuerza, en el que impera el orgullo, la mentira, la tristeza o la usurpación, y que prescinde de sus raíces espirituales; un mundo, en fin, necesitado de redención, mesura y amor. Después añade que JMM es uno de esos autores que saben a verdad, sin complejos a la hora de exaltar las cualidades que enaltecen al hombre, sobre todo el honor, la libertad y la fe.