lunes, 26 de septiembre de 2011

Ovación para Malick


El árbol de la vida es, de entrada, una extraordinaria reflexión sobre el sufrimiento humano, sobre la tragedia insoportable que te obliga a preguntar “por qué” durante el resto de tus días.

Pero es -también y sobre todo- la delicadísima oración de una madre con el corazón en carne viva. Aunque solo la he visto una vez, juraría que su asombroso guión está inspirado en Platón, San Agustín, Pascal… El Platón que reduce todo el quehacer filosófico a una meditación sobre la muerte. El Agustín del fecisti nos ad Te, Domine… El Pascal abrumado por la inmensidad del Universo, agazapado en un rincón del Cosmos, que solo reconoce dos tipos de personas razonables: las que aman a Dios de todo corazón porque le conocen, y las que le buscan de todo corazón porque no le conocen.

Lejos de Stephen Hawking y a años luz del radical Richard Dawkins, Terrence Malick no presenta a los seres humanos como primates que han evolucionado al azar, en un mundo donde solo les espera la muerte. Ha logrado, por el contrario, una película de factura perfecta y belleza apabullante, imposible de apreciar en pantalla pequeña. Una sinfonía de imágenes armada sobre el guión de un doctor en Filosofía por Harvard, capaz de enfrentar con solvencia las inmensas y eternas preguntas de todo ser humano.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Escribir en el alma



Ahora que estrenamos curso y -dentro de nada- tal vez nuevo Gobierno, Juan Luis Lorda nos recuerda que la vida social depende de las dos artes más elevadas: el arte de desarrollar las sociedades (política) y el arte de desarrollar a las personas (educación).

Ambas sufren una profunda crisis en nuestro país, pero Platón pone ante nuestros ojos la trascendencia docente con una metáfora feliz: “educar es escribir en el alma de los alumnos”. Y en otra ocasión también dirá que “una educación recta es la que se muestra capaz de otorgar la máxima belleza y la máxima bondad a los cuerpos y a las almas”.

jueves, 15 de septiembre de 2011

You? Yes!









Hace años pude contemplar este Caravaggio -La vocación de San Mateo- en la iglesia romana de San Luis de los Franceses. Lo recordé hace días, al escuchar el fuerte eco del Maestro en las palabras pronunciadas por su Vicario ante miles de jóvenes Mateos:

"Es posible que en muchos de vosotros se haya despertado tímida o poderosamente una pregunta muy sencilla: ¿Qué quiere Dios de mí? ¿Cuál es su designio sobre mi vida? ¿Me llama Cristo a seguirlo más de cerca? ¿No podría yo gastar mi vida entera en la misión de anunciar al mundo la grandeza de su amor a través del sacerdocio, la vida consagrada o el matrimonio? Si ha surgido esa inquietud, dejaos llevar por el Señor y ofreceos como voluntarios al servicio de Aquel que «no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mc 10,45). Vuestra vida alcanzará una plenitud insospechada. Quizás alguno esté pensando: el Papa ha venido a darnos las gracias y se va pidiendo. Sí, así es. Ésta es la misión del Papa, Sucesor de Pedro. Y no olvidéis que Pedro, en su primera carta, recuerda a los cristianos el precio con que han sido rescatados: el de la sangre de Cristo (cf. 1P 1, 18-19). Quien valora su vida desde esta perspectiva sabe que al amor de Cristo solo se puede responder con amor, y eso es lo que os pide el Papa en esta despedida: que respondáis con amor a quien por amor se ha entregado por vosotros. Gracias de nuevo y que Dios vaya siempre con vosotros".

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Primera clase

8 de la mañana. Aire fresco y cielo limpio sobre Pamplona. Alumnos de Económicas, universitarios desde hace una semana. Antropología filosófica para neuronas somnolientas, con Sócrates y los griegos como telón de fondo.










Somos universitas magistrorun et scholarium a la busca de la verdad, en un campus donde se respira amistad y convivencia culta. Suerte que tenemos.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Vargas Llosa te perdona

A Hermann Tertsch lo echaron de El País por escribir “El alemán Benedicto”, una columna elogiosa con aquel nuevo Papa que convocaba la JMJ de Colonia. A Vargas Llosa no le echarán por alabar al mismo Santo Padre en “La fiesta y la cruzada”, interesante y envenenado artículo sobre la JMJ de Madrid, donde deja bien claro que la religión es una “forma elevada de superstición”. Necesaria, eso sí, para calmar la ansiedad escatológica del personal.

Por eso, dice el Nobel, “creyentes y no creyentes debemos alegrarnos de lo ocurrido en Madrid en estos días en que Dios parecía existir, el catolicismo ser la religión única y verdadera, y todos como buenos chicos marchábamos de la mano del Santo Padre hacia el reino de los cielos”. Peces Barba o Antonio Gala te echarían de nuevo a las fieras, si en su mano estuviera, pero don Mario es un laicista educado: se compadece de tu credulidad y te perdona la vida.