A Hermann Tertsch lo echaron de El País por escribir “El alemán Benedicto”, una columna elogiosa con aquel nuevo Papa que convocaba la JMJ de Colonia. A Vargas Llosa no le echarán por alabar al mismo Santo Padre en “La fiesta y la cruzada”, interesante y envenenado artículo sobre la JMJ de Madrid, donde deja bien claro que la religión es una “forma elevada de superstición”. Necesaria, eso sí, para calmar la ansiedad escatológica del personal.
Por eso, dice el Nobel, “creyentes y no creyentes debemos alegrarnos de lo ocurrido en Madrid en estos días en que Dios parecía existir, el catolicismo ser la religión única y verdadera, y todos como buenos chicos marchábamos de la mano del Santo Padre hacia el reino de los cielos”. Peces Barba o Antonio Gala te echarían de nuevo a las fieras, si en su mano estuviera, pero don Mario es un laicista educado: se compadece de tu credulidad y te perdona la vida.