Pilar estudia
Historia del Arte en España. Este verano ha cruzado el Atlántico con varias
amigas, y desde allá nos va contando sus impresiones:
Tengo que
reconocer que me he enamorado profundamente de Paraguay. Es un país espléndido,
con gente abierta y maravillosa. Tan abierta que ni cierran las puertas de sus
casas. Se reúnen fuera e invitan a todos a pasar. Y, por supuesto, dejan el
coche sin cerrar y con las llaves puestas. Aquí el único peligro es que un toro
le dé una corná, me decía un abuelo.
Estamos
conviviendo con hermanas del Sagrado Corazón. Nati es paraguaya de pura cepa.
Hay cosas que, aunque no quiera, le salen en guaraní. Da gusto pasear con ella,
te enseña cada rincón, cada planta, te cuenta las historias de todo el mundo… Sacra
es la mayor, ¡y andaluza!, prototipo de persona que da sin esperar nada a
cambio nunca. Tiene diez mil actividades, va a casa de cada alumno para
avisarle de cualquier cambio, organiza dos coros, da clases particulares en
cada barrio... Y yo soy su lazarillo. Voy con ella a todas partes. Tiene 87
años pero está, como ella dice, maravillosamente. Y si está bien, cocina mejor.
La tenemos mimada, jugamos con ella al parchís cada noche, le ponemos “Sisí
emperatriz”, y alabamos cada uno de sus platos, pero se merece eso y más.
Respecto a mí, estoy, por resumirlo de alguna manera, encantada y agradecida. Los niños son increíbles. Solo saben dar las gracias (y muchos besos). No se quejan de nada. Ni de frío, a pesar de los muchos agujeros de su ropa, ni de hambre, ni de sueño. En la foto sale Elder, un alumno mayor que está encantado con la guitarra.
Muchas
gracias por la felicitación del 16, y muchos besos.