JOAQUÍN
Leguina ha pintado como nadie lo había hecho hasta ahora el retrato de la
infamia perpetrada por José Luis Rodríguez Zapatero al frente del PSOE y de
España. El cuadro completo, detallista, de trazo fino, repleto de colores, que
muestra la gigantesca tarea de demolición llevada cabo por un presidente
nefasto, hijo de un tiempo mediocre, que desgraciadamente ha creado escuela.
«Historia de
un despropósito» lleva por título esta obra, que describe con prosa elegante,
lenguaje mordaz, argumentos de peso y profusión de datos y hechos la verdadera
personalidad de un hombre tan sobrado de «talante» como escaso de talento,
ayuno de lecturas, profundamente inculto, soberbio hasta el extremo de no
reconocer sus propias limitaciones y prescindir de la experiencia ajena, empecinado
en sustituir ideas o proyectos por ocurrencias y, lo peor de todo, carente del
menor sentido de Estado. Un flagelo para el partido que lo encumbró y el país
que lo elevó a la presidencia del Gobierno. Un auténtico «organizador de
derrotas», tal como reza el subtítulo del libro.
A lo largo
de 288 páginas que al lector se le quedan cortas, el veterano socialista
responde, con precisión de entomólogo de humanos, a las cinco célebres «w» del
periodismo de manual (el que prima la información sobre los intereses del
poder.) Quién: Zapatero. Qué: destruir la esencia del socialismo, dañar
gravemente el sistema político de partidos, arruinar al país y minar, acaso de
manera irreversible, los pilares de la unidad nacional que consagra la
Constitución, atizando con irresponsabilidad dolosa, por acción y omisión, el
fuego independentista catalán, además de jugar peligrosamente con ETA a ser
aprendiz de brujo en funciones de «pacificador». Cuándo: a lo largo de sus ocho
años de mandato. Cómo: eliminando a cualquiera que se opusiera a su aventura
enloquecida, despreciando por sistema el mérito o la capacidad y rodeándose de
un reducido grupo de «pretorianos» dispuestos a jalear cada una de sus
improvisaciones. Dónde: en España.
Una de las
anécdotas más significativas que recoge este sabroso relato es la que narra
cómo fue elevada Carme Chacón al Ministerio de Defensa. ¿Por su valía? No. ¿Por
sus ideas innovadoras sobre el papel que debían desempeñar las Fuerzas Armadas
en este momento histórico? Tampoco. ¿A resultas de un profundo debate mantenido
en el partido o el Consejo de Ministros? Menos aún. Chacón fue agraciada con la
cartera de Defensa porque a Zapatero se le había ocurrido que el nombramiento
de una mujer produciría un gran «pelotazo mediático» y había pensado en Elena
Salgado. Entonces Miguel Barroso, uno de sus consejeros áulicos, sugirió que,
para pelotazo, el que causaría su esposa, que además de mujer era catalana y
estaba embarazada.
Todo esto
sería motivo de carcajada si no hubiese provocado un daño irreparable a la
Nación y a la democracia. Si no hubiese laminado a uno de los dos partidos
llamados a vertebrar España y ahondado la gravedad de la crisis económica. Si
no fuera el polvo causante de un lodo que amenaza con sepultarnos a todos.
Leguina ha
tenido el buen gusto y la valentía de escribir del partido en el que milita,
aunque mucho de lo que dice es perfectamente aplicable al PP. En particular, lo
referido al encumbramiento de los mediocres y la conversión de la política en
un modus vivendi, pero también la sustitución de equipos por amigos, el
desprecio hacia la verdad y la debilidad ante el separatismo. Eso es lo peor de
la herencia de Zapatero; que en gran medida sigue viva.