Alejandro Navas, El aborto, a debate, EUNSA, 2014, 150 págs., 10 €
Este
pequeño libro es una inesperada lección de historia contemporánea,
donde se hace patente la grandeza y la miseria de la democracia y sus
partidos, de los resortes del poder y de la libertad informativa. El
sociólogo y profesor Alejandro Navas tiene a su favor, además de
múltiples saberes, la serenidad y el nervio narrativo del buen
periodismo. Reconozco que lo he leído con interés creciente de la
primera a la última página, sorprendido –a través del hilo conductor del
aborto- por el certero informe sobre España y Europa en las últimas
décadas. Análisis elaborado a base de referencias históricas, jurídicas,
filosóficas, económicas y políticas, con multitud de datos relevantes y
observaciones inteligentes.
En
el pasado hemos discriminado a la mujer y traficado con esclavos. En el
siglo XX hemos inventado la cámara de gas, arrojado bombas atómicas y
provocado mil millones de abortos, mientras se nos llena la boca con
apelaciones a la solidaridad y a los derechos humanos. Para el autor, el
aborto no es una lacra aislada, sino la cara más inhumana de la crisis
que padece la civilización occidental desde el inicio de la última
centuria, junto a desmesuras como la revolución bolchevique, el nazismo y
las guerras mundiales. Europa es un infierno iluminado por la
condescendencia del sol, dijo Papini por entonces.
¿Cómo
hemos podido eliminar a esos mil millones de inocentes? En las páginas
139 a 143 encontramos la enumeración de una decena de causas. La
principal me parece la evolución –quizá revolución- que han
experimentado los conceptos y las vivencias de la sexualidad y del amor
(pág. 102). “Si el horizonte vital de tantas personas del primer mundo
no va más allá del disfrute inmediato, y el sexo ocupa un lugar central
en el supermercado del placer, la proliferación del aborto será una
consecuencia necesaria”. Los griegos ya sabían que la primera víctima
del hedonismo es la cabeza, y ahora lo comprobamos al oír al presidente
de Extremadura afirmar que nadie puede obligar a ser madre a una mujer
embarazada. El derecho a eliminar la vida no nacida ni siquiera se
argumenta, se postula sin más, con una mezcla de crueldad e infantilismo
que retrata muy bien a nuestra cultura.
Quizá
sin proponérselo, el profesor Navas también nos brinda en este libro un
fino argumentario sólido en los datos, impecable en la lógica,
brillante en muchas páginas. ¿Un ejemplo? A quien sostiene que se puede
matar a la propia madre no hay que darle argumentos, dijo Aristóteles,
sino azotes. ¿Qué diría usted a quien invoca el derecho a matar a
su hijo, y además con cargo a los presupuestos del Estado?