Joseph Pearce
Mi
carrera con el diablo,
ed. Palabra, 2014
Un
joven inglés está siendo juzgado. Se llama Joseph Pearce. Es líder de un grupo
nacionalista radical y director de una revista que incita al odio racial. Alega
que su racismo no es odio a los inmigrantes de color, sino amor a Inglaterra.
Pero en esa precisión ve el juez un claro paralelismo con Bruto y Casio, que
quisieron justificar su magnicidio por amor a Roma. Y envía al acusado a la
cárcel, a una celda de aislamiento en el ala de máxima seguridad. El joven no
puede hablar con nadie, pero en los autores de los libros que devora encuentra
animada conversación y grata compañía. Se trata de Lewis, Tolkien, Belloc, y de
un gigante llamado Chesterton.
Al salir de la cárcel
comienza a llevar una doble vida. “Durante el día escribía propaganda llena de
odio, y por las noches leía las páginas llenas de amor de Chesterton y Lewis”.
Intentaba encajar la cuadratura de sus lecturas cristianas en el círculo de su
ideología racista, pero era imposible. Por fin, abandona los senderos del
nacionalismo radical y pide el bautismo en la Iglesia Católica. Entonces
concibe el proyecto de escribir una ambiciosa biografía del escritor que ha
dado la vuelta a su vida, con el deseo de difundir a los cuatro vientos su
portentosa figura. Trabaja en ese libro de 1991 a 1995, después de su jornada
laboral, entre las seis y media de la tarde y la media noche. “Tenía la sincera
esperanza de que aquel libro repararía en cierta medida el daño que mi vida
pasada había causado”. Y así fue. El resultado provocó en miles de lectores de
todo el mundo la fascinación por Chesterton, y al mismo tiempo nuestra deuda
impagable con Joseph Pearce.
Después vinieron las
biografías de Tolkien, Óscar Wilde y Solzhenitsin. Y de nuevo un proyecto
audaz, que se plasma en Escritores
conversos, otro libro de lectura
amenísima, trenzado con los itinerarios vitales de los mejores escritores
ingleses de la primera mitad del siglo XX: Newman, Eliot, Hopkins, Knox,
Baring, Evelyn Waugh, Lewis, Graham Greene… Todo esto lo cuenta Pearce al final
de Mi carrera con el diablo, su
recién publicada autobiografía. Antes, a lo largo de doscientas páginas
intensas, con un envidiable nervio narrativo, nos relata sus años de activista
violento. Dudo que algún lector no llegue al final del libro después de
empezarlo, y a ello contribuirá, sin duda, la admirable traducción de José
Gabriel Rodríguez Pazos.