viernes, 15 de agosto de 2014

¡Aúpa, José María!



A José María Zárate le gustaban la caza, el básket, la bodega bien surtida. Era un hombre tranquilo, alto, elegante en todos los sentidos. Si le comparas con Áticus Finch sale ganando. Hubiera sido un personaje entrañable en las mejores páginas de Delibes. Ha sido, en cambio, uno de los vallisoletanos más queridos.

He dado clase a tres de sus diez hijos y he recibido clases de él. Mejor diría lecciones, en plural generoso. Por ejemplo: de sentido común y sentido del humor, de discreción y saber estar, de deportividad... Estaba donde se le necesitaba, sin afán de protagonismo. Sabía quitar importancia a los problemas y otorgarla solo a las personas. Siendo joven, Dios puso en su camino el Opus Dei. Él arrimó el hombro y cultivó con pasión esa semilla, viviendo la vida a fondo, como una aventura de amor, con un empeño diario que no le permitió envejecer. Acaba de partir con la Virgen de agosto hacia el país de la Vida. Aquí solo deja amigos. Y una familia estupenda.