domingo, 11 de enero de 2015

Charlie Hebdo


Hace años, cuando estalló la crisis de las viñetas, el presidente Chirac reconoció una evidencia elemental: que Charlie Hebdo había causado “una provocación innecesaria”. Nadie con un poco de dignidad deja de condenar el reciente atentado terrorista y la vileza de los asesinatos. Pero nadie con la misma dignidad, después de echar un simple vistazo a las portadas del pasquín, puede aprobar su escarnio constante y aberrante de la religión, ni llamar libertad de expresión a esa persistente blasfemia.
La Historia enseña que una civilización no es conquistada desde fuera hasta que no se ha destruido a sí misma desde dentro; y la basura ofensiva de Charlie Hebdo, como los antivalores que defiende, expresan la profundidad de la crisis de Europa mejor que nuestra maltrecha economía. La Historia, muy a pesar de los laicistas, también enseña que las religiones fundan las civilizaciones, que a su vez mueren cuando entierran el espíritu que las fundó.
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