Un aplauso cerrado a Ediciones Encuentro por publicar a este francés genial e inclasificable. A los textos me remito.
Hace tiempo que aparecieron las primeras fisuras en el dique. En principio, pasaron inadvertidas, después se agrandaron. Ahora el dique ha cedido y un torrente de fango invade el mundo. Estamos solo al comienzo. Todo el mal que es posible imaginar se hará real. Un mar de fondo sobre el que nadie tiene control. Hay quienes disfrutan con el, bamboleándose como corchos que flotan sobre aguas fecales. Pasará tiempo antes de que se invierta este movimiento. Habrá un renacimiento, es verdad, pero ni vosotros ni yo lo veremos. Pág. 54
La tierra se llena de
una nueva raza de hombres a la vez instruidos y analfabetos, hombres que
controlan los ordenadores y ya no comprenden para nada a las almas, que llegan
incluso a olvidar lo que una palabra como esa pudo designar en otro tiempo.
Cuando, pese a todo, alguna cosa de la vida les afecta –un duelo o una
ruptura-, esas personas se encuentran más desprovistas que los recién nacidos.
En esos momentos, les haría falta hablar una lengua que ya no está en vigor,
mucho más sutil que el dialecto informático.
61
En el mismo momento
en que perdemos algo material, una moneda de oro cae en la hucha de la Pobreza. 69
Qué sabiduría la de
los cuentos, en los que hay que guardarse de abrir una puerta prohibida o de
probar un fruto demasiado rojo: hay gestos aparentemente sin importancia que,
por encima de cualquier otra cosa, no hay que hacer, so pena de perder algo más
que la vida. 87-88
Busco la plenitud de
una vida tan límpida que nada pueda perturbarla, ni siquiera la vista de este
mundo muerto. Busco algo así porque ya lo entreví en la infancia y lo he visto
más tarde en esta vida agarrotada que llamamos vida de “adulto”. 91
A cada instante, algo
viene a socorrernos. 106
He apostado todo mi
ser por un amor que no puede entrar en este mundo aun cuando ilumina cada uno
de sus detalles. 121
J. ha llegado a ser
un intelectual, es decir, alguien al que su propia inteligencia le impide
pensar. 133
Los recién nacidos
tienen cautivo a Dios dentro de sus pequeños puños cerrados. 150
He quitado de mi vida
muchas cosas inútiles y Dios se ha acercado a ver lo que pasaba. 154
El ceremonial en
torno a la comida siempre me ha agobiado, y no sé por qué vulgar herejía se les
ofrece a un asado o a un vino un homenaje que solo un dios amoroso debería
inspirar legítimamente. Hay algo que repugna en esos rostros inclinados con
recogimiento sobre algo que, a fin de cuentas, es solo carne muerta o zumo de
uva envejecido, como si se tratara de reliquias de un santo con un secreto
poder. 156-7
Desde siempre, he
multiplicado los trucos para no traicionar mi ausencia de un mundo del que
nunca he comprendido ni los asuntos en que se afana ni los placeres en los que
descansa. A veces, intento aprender esa lengua extranjera que casi todos
hablan. Solo lo consigo por momentos. Este sentimiento mío acerca del mundo, es
muy viejo. Procede, sin duda, de la lejana infancia. Tuve que renunciar a
aprender algo que ya no se puede aprender más tarde. Ignoro si se trata de una
gracia o de una incapacidad. Solo sé que me resulta imposible vivir en un mundo
en el que no creo. 159-160
Hoy, mi padre,
recientemente desaparecido, ha estado todo el tiempo a mi lado. Lo mismo que
yo, no ha hecho nada en todo el día. Sonreía, eso es todo. 162
A veces, quisiera
entrar en alguna casa, al azar, sentarme en la cocina y preguntar a sus
moradores de qué tienen miedo, qué esperan, y si comprenden algo de nuestra
presencia común en la tierra. 163
Mi mesa de trabajo
está frente al abedul y el abedul está frente a Dios. Intento colocar mis
palabras en esa línea que dibujan los tres. 164
Al final, nunca
podremos formular nada seriamente –quiero decir, algo verificable- acerca de la
vida o de la muerte, suponiendo que sean cosas distintas. En toda nuestra vida,
no encontraremos la verdad –pero quién sabe si, buscándola a pesar de todo, no se acercará ella a nosotros, enternecida por
nuestros esfuerzos. 167
Los muertos no saben
que están muertos, pero tampoco los vivos saben que están vivos. Nadie sabe
gran cosa. 167
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