lunes, 8 de junio de 2015
El refugio secreto
Este libro no es una novela. Es la novelesca historia de la familia Ten Boom en sus dos grandes y muy diferentes etapas. La primera nos seduce por la simpatía y la riqueza de su vida ordinaria durante los años de infancia y juventud de los hijos. “Cuando Betsie se ponía un vestido, algo maravilloso le sucedía a aquella prenda”. La segunda nos conmueve por su heroica resistencia a la ocupación nazi, su entereza en los campos de exterminio y su forma generosa de afrontar la posguerra.
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¿Quiénes forman esta atractiva familia? El padre es el mejor relojero de Haarlem, rodeado de amigos que buscan su amena conversación y su prudente consejo. La madre tiene siempre, en lo más crudo del invierno, un café humeante y un pastel en el horno para los pobres y enfermos. Los cuatro hijos –un niño y tres niñas- van a la escuela. Con ellos también están dos tías viudas, un gato y varios huérfanos, pues “cada vez que papá tenía noticia de un niño que necesitaba un hogar, un nuevo rostro aparecía en la mesa”. Viven todos en los tres pisos de una casa estrecha y encajonada. En la planta baja están la tienda y el taller, y ahí encontramos, para completar la foto de familia, a una contable, a un aprendiz y a un experto reparador de relojes.
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Pasan los años y llegan las bodas, los nietos, la muerte de la madre. Un día de enero de 1937 celebran el centenario de la relojería. “Hasta el final de la corta tarde de invierno siguieron llegando personas que se consideraban amigas de papá. Jóvenes y viejos, ricos y pobres, cultos e ignorantes, a papá le parecían todos iguales. Ese era su secreto: no es que pasara por alto las diferencias entre la gente; sencillamente no sabía que dichas diferencias existieran”.
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Cuando Holanda es ocupada por Hitler, Betsie y Corrie –las dos hijas que no se han casado- dedican todas sus energías a la resistencia. Para ello, secundadas por su anciano padre, convierten la casa familiar en refugio de judíos y centro de operaciones clandestinas. Así comienza la otra cara de esta historia, que crece en dramatismo hasta el final. “A mi alrededor se encontraban las mujeres de un tren carcelario que había sido bombardeado. Estaban horriblemente mutiladas y sufrían dolores insoportables”.
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Pienso que lo más sobresaliente de este magnífico libro–bien escrito y bien traducido- es la autenticidad: la de unas personas que manifiestan con sus vidas que el cristianismo, mucho más que un conjunto de ideas y preceptos, es el amoroso y comprometido seguimiento de su Fundador. Entre los recuerdos de su infancia, Corrie –la narradora- habla de la mesa del comedor, donde “mamá me leía a Dickens en voz alta, en las noches de invierno, mientras el carbón silbaba en la chimenea de ladrillo y desprendía un rojo resplandor sobre la frase del azulejo: Jesús es el Vencedor”.
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