Vivo dos conmociones en Barcelona, de muy diverso signo: el contundente 0-2 de Messi al Madrid y el último panfleto de Peces-Barba, explicando que con la Iglesia no vale el juego limpio, pues solo entiende el palo. Messi es el mejor futbolista del mundo. Don Gregorio fue un catedrático sutil y brillante, a quien la ideología y la decrepitud de la edad han llevado a esta postración en la simpleza irresponsable. Siento su muerte intelectual y gris, que ni siquiera se adorna con la épica que brilla en una pintada ácrata de Sants: “El fuego de las barricadas iluminará la oscuridad de vuestras vidas”.