Si Ortega hubiera conocido internet, el "yo y mi circunstancia" lo habría circunscrito al "yo y mi red social". Eso pienso al salir de la brillante conferencia de Xavier Bringué, en la que me queda claro que los nuevos retos informáticos se pueden afrontar -en casa y en la escuela- con viejas soluciones educativas. De la pantalla para todos, entronizada en la sala de estar, hemos pasado a la pantalla individual, en el bolsillo de cada uno. Bringué, desde su rica experiencia familiar y docente, advierte a los padres: "Ahora, entre esa pantalla de bolsillo y tu hijo, solo tienes posibilidad de meter educación, formación".
Entre las encuestas que maneja, una nos dice que el queso de los menores en redes sociales se divide en tres grupos homogéneos, integrados por los que carecen de perfil, los que tienen uno, y los que tienen más de uno y los gestionan a base de horas diarias. El grupo con mejores notas es, con diferencia, el de quienes no están en las redes.
Al final, no me queda claro si nuestra creciente hiperconexión tiende a ser positiva y enriquecedora o, más bien, un megamarujeo intrascendente. Ahí, el profesor catalán ha sido un poco gallego.