sábado, 13 de agosto de 2011

Gala y la JMJ


El cáncer y el odio le están dejando irreconocible, sobre todo el odio. Su cruzada personal contra la Iglesia y su cabeza visible le llevan, desde hace años, a escupir constantemente hacia arriba, sufriendo sin remedio las consecuencias de la ley de la gravedad espiritual, cuya existencia nos parece evidente.

A uno le gustaría que Antonio Gala tuviera la lucidez suficiente para reconciliarse con el Altísimo, al menos en sus últimos momentos. Como Sartre, como Borges, como Voltaire, como la Pasionaria y tantos otros. En realidad, bastan unos segundos para robar el corazón al Crucificado, a la manera del buen ladrón en el Calvario. Incluso menos: !Oh, Dios: si existes, salva mi alma, si tengo alma".