jueves, 4 de agosto de 2011

Susurros del corazón


¿A quién podría interesar el encuentro de dos adolescentes normales, que gozan de un entorno familiar y escolar normal? Además, hace siglos que se inventaron las historias de amor y de superación, con final feliz. Sin embargo, con esos ingredientes, dos de los más grandes del cine de animación nos muestran que la vida diaria, lejos de ser prosaica, esconde gestos y detalles muy hermosos. Por eso, cualquier joven espectador entra de lleno en la historia de la chiquilla y el chaval que viven intensamente ante sus ojos. Y todo adulto sonríe y piensa: “Yo también, cuando era adolescente, soñaba con el futuro; yo también me sentía confuso, con las hormonas en ebullición; yo tampoco distinguía para qué cosas era mayor y para qué otras seguía siendo un niño”.

Sí, Susurros del corazón, Whisper of the Heart, es un producto asombroso del Studio Ghibli, porque a los dos minutos ya traspasa la pantalla y te envuelve con el encanto de una historia ambientada en una populosa ciudad japonesa, mecida por la voz de Olivia Newton-John y el tema Country Roads.

Frente a la actual imposición de antimodelos en las series juveniles -y cuando todos sabemos lo que pasa en las aulas-, Susurros del corazón te hace sentir que estamos siendo engañados a conciencia, porque la vida podría ser muy, muy diferente. Tanto como cuando la joven Shizuku conoce a Seiji Amasawa. Igual que en otras películas de la factoría Ghibli, Susurros del corazón muestra un proceso de maduración personal, gracias a un reto que han de afrontar sus protagonistas. Parece un guión sencillo, pero es magistral, y el diseño de los seis personajes principales es imposible sin un profundo conocimiento de la condición humana.

Estrenada en 1995, Susurros del corazón es la única película dirigida por Yoshifumi Kondo, con la inestimable colaboración de Hayao Miyazaki. Ambos genios se unieron para dar forma a una historia que llevaban soñando desde hacía 30 años, cuando eran unos jóvenes repletos de ideas y ganas de triunfar. Y el sueño se cumplió: tocaron la perfección.