lunes, 25 de diciembre de 2017

Rémi Brague y la historia



A pesar del reconocimiento académico del que goza y de los premios recibidos (entre ellos, el Ratzinger de teología, en 2012), Rémi Brague es un pensador casi desconocido por el gran público. Profesor de Filosofía Medieval en la Sorbona y especialista en filosofía judía y árabe, se ha propuesto repasar las grandes concepciones antropológicas, reflexionar sobre el sustrato cultural y religioso de Occidente y superar la deriva antihumanista de la cultura contemporánea. 

En este pequeño libro-entrevista, el profesor francés dialoga con Giulio Brotti y nos ofrece, en 140 páginas, una buena introducción a su rico pensamiento. 

Nuestra concepción de la historia peca, según Brague, de historicista. Y por eso, cuando estudiamos las ideas nos preguntamos cómo surgieron, no si son verdaderas. Es cierto que leemos historia, pero a menudo para hacer turismo virtual y para justificar nuestras propias ocurrencias, amparados en que nada es nuevo bajo el sol.

Mientras triunfa la posverdad, despreciar la verdad y juzgarla peligrosa casi se ha convertido en una señal de buen tono. Esa desconfianza le parece a Brague un lujo de niños malcriados. Y comenta que a quienes durante muchos años estuvieron obligados a mentir, afirmando que vivían en un “socialismo real”, no se les ocurre mirar a la verdad por encima del hombro.

Por esa frivolidad posmoderna, mucho de lo que se publica sobre historia son reconstrucciones fantasiosas del pasado, falsificadas por una ideología. Es muy conocida la sentencia de Comte: “La doctrina que haya explicado suficientemente el conjunto del pasado, obtendrá inexorablemente, gracias a esa única prueba, la dirección intelectual del porvenir”.

El hecho –dice Brague- es que estamos intoxicados por historias oficiales que ocultan lo que verdaderamente sucedió, mediante una selección interesada de datos y documentos. Así, por ejemplo, “la imagen de un Medioevo oscurantista está muy presente entre los sabios de pacotilla que controlan el discurso público y de los medios”. Esos mismos manipuladores nos dirán que el Renacimiento es el Medioevo más el hombre, cuando en realidad es el Medioevo menos Dios, con la tragedia añadida de que, habiendo perdido a Dios, el Renacimiento habría perdido también al hombre.

Así como el Renacimiento dio la espalda a la Edad Media, el esfuerzo por emanciparse del pasado ha dado lugar a una modernidad esencialmente técnica e instrumental. Esa emancipación no se ha hecho desde una propuesta alternativa, sino desde la mera negación, y eso constituye un efectivo parasitismo, un vivir –como escribió Ortega- “precisamente de lo que se niega y otros construyeron o acumularon”.

Tampoco es verdad que todo sea nuevo bajo el sol. Hay problemas inéditos. Hoy Occidente, a diferencia de épocas pasadas, toma en consideración la posibilidad de poner fin a la historia, no necesariamente de modo cruento, sino favoreciendo el invierno demográfico. “Ser o no ser” es un dilema superado por la verdadera cuestión: la de saber si la vida merece ser dada, transmitida. Saber simplemente si es buena.

Muy crítico con sus compatriotas del Siglo de las Luces, Brague los toma por divulgadores que se autoproclamaron filósofos, y pone como ejemplo de frivolidad a Diderot, que “siempre pasa de largo con firmeza de sonámbulo ante las cuestiones importantes”. 

En su radiografía de la modernidad, Rémi Brague señala que el proyecto moderno ha tenido grandes logros. Pensemos en los avances de la medicina o de la agricultura, que permiten nutrir a un gran número de personas que en el pasado ni siquiera habrían nacido. La modernidad nos ha dado también una ciencia de la naturaleza muy superior a la antigua, hasta el punto de que Aristóteles apenas parece un científico al lado de Galileo.

En otros aspectos, la crítica de Brague se parece mucho a la de Bauman, Baudrillard o Lipovetski. “Lo que nuestros contemporáneos entienden por libertad coincide con la rendición a la más completa de las servidumbres. Me refiero a la pretendida libertad del trabajador-consumidor, atado de pies y manos a deseos que él cree suyos pero que le han sido inducidos por una publicidad en forma de moda o reclamo”.

La modernidad líquida va a disolver compromisos que la humanidad ha considerado intocables. Brague explica que pertenece a la lógica del amor no reconocer un límite temporal. “Para siempre”, lejos de ser una fórmula enfática, responde a la estructura esencial del amor. Y no se necesita apelar a la religión para constatarlo. Eurípides hizo decir a Hécuba, ante Menelao: “No ama quien no ama para siempre”. Sin embargo, esta lógica está muy lejos de las nuevas generaciones. Su dificultad para comprometerse quizá derive de una duda sobre sí mismos. “Como explica magníficamente Vladimir Soloviev, para poder creer en otra persona, y para amarla con un amor auténtico, hay que creer primero en uno mismo, y hay que creer más radicalmente en Dios”.

­­­­­­­­­­­­­Al analizar la idea de progreso –o más bien de un Progreso con “P” mayúscula-, Brague desenmascara la falacia que supone, a partir del incontestable aumento de nuestro conocimiento científico, concluir que tal avance nos conducirá a la mejora social, política y moral. Falacia con vitalidad sorprendente, pues “los hombres de hoy tenemos la amarga experiencia de que las cosas no funcionan automáticamente de esa manera”.

En su incansable empeño por restaurar conceptos, Rémi Brague nos pone en guardia frente a los valores. Piensa que la palabra esconde una trampa, pues “insinúa la defensa de un subjetivismo radical según el cual seríamos nosotros los que conferiríamos un valor”. Y confiesa que cuando oye la palabra “diálogo” está tentado de desenfundar, “no una pistola, pero sí todo mi escepticismo. Demasiado a menudo no se asiste a otra cosa que a monólogos paralelos envueltos en azúcar”.

Obras de Rémi Brague en castellano
  • Europa, la vía romana (Gredos, 1995)
  • Mitos de la Edad Media (Nuevo Inicio, 2013) 
  • En medio de la Edad Media. Filosofías medievales en la cristiandad, el judaísmo y el islam (Encuentro, 2013) 
  • Sobre el Dios de los cristianos (BAC, 2014) 
  • Lo propio del hombre: una legitimidad amenazada (BAC, 2014) 
  • ¿A dónde va la historia? Dilemas y esperanzas (Encuentro, 2016) 
  • Moderadamente moderno (BAC, 2016)
  • El reino del hombre (Encuentro, 2017)

viernes, 17 de noviembre de 2017

Christian Bobin, Resucitar


Un aplauso cerrado a Ediciones Encuentro por publicar a este francés genial e inclasificable. A los textos me remito.

Hace tiempo que aparecieron las primeras fisuras en el dique. En principio, pasaron inadvertidas, después se agrandaron. Ahora el dique ha cedido y un torrente de fango invade el mundo. Estamos solo al comienzo. Todo el mal que es posible imaginar se hará real. Un mar de fondo sobre el que nadie tiene control. Hay quienes disfrutan con el, bamboleándose como corchos que flotan sobre aguas fecales. Pasará tiempo antes de que se invierta este movimiento. Habrá un renacimiento, es verdad, pero ni vosotros ni yo lo veremos. Pág. 54

La tierra se llena de una nueva raza de hombres a la vez instruidos y analfabetos, hombres que controlan los ordenadores y ya no comprenden para nada a las almas, que llegan incluso a olvidar lo que una palabra como esa pudo designar en otro tiempo. Cuando, pese a todo, alguna cosa de la vida les afecta –un duelo o una ruptura-, esas personas se encuentran más desprovistas que los recién nacidos. En esos momentos, les haría falta hablar una lengua que ya no está en vigor, mucho más sutil que el dialecto informático.  61

En el mismo momento en que perdemos algo material, una moneda de oro cae en la hucha de la Pobreza. 69

Qué sabiduría la de los cuentos, en los que hay que guardarse de abrir una puerta prohibida o de probar un fruto demasiado rojo: hay gestos aparentemente sin importancia que, por encima de cualquier otra cosa, no hay que hacer, so pena de perder algo más que la vida. 87-88

Busco la plenitud de una vida tan límpida que nada pueda perturbarla, ni siquiera la vista de este mundo muerto. Busco algo así porque ya lo entreví en la infancia y lo he visto más tarde en esta vida agarrotada que llamamos vida de “adulto”. 91

A cada instante, algo viene a socorrernos. 106

He apostado todo mi ser por un amor que no puede entrar en este mundo aun cuando ilumina cada uno de sus detalles. 121

J. ha llegado a ser un intelectual, es decir, alguien al que su propia inteligencia le impide pensar. 133

Los recién nacidos tienen cautivo a Dios dentro de sus pequeños puños cerrados. 150

He quitado de mi vida muchas cosas inútiles y Dios se ha acercado a ver lo que pasaba. 154

El ceremonial en torno a la comida siempre me ha agobiado, y no sé por qué vulgar herejía se les ofrece a un asado o a un vino un homenaje que solo un dios amoroso debería inspirar legítimamente. Hay algo que repugna en esos rostros inclinados con recogimiento sobre algo que, a fin de cuentas, es solo carne muerta o zumo de uva envejecido, como si se tratara de reliquias de un santo con un secreto poder. 156-7

Desde siempre, he multiplicado los trucos para no traicionar mi ausencia de un mundo del que nunca he comprendido ni los asuntos en que se afana ni los placeres en los que descansa. A veces, intento aprender esa lengua extranjera que casi todos hablan. Solo lo consigo por momentos. Este sentimiento mío acerca del mundo, es muy viejo. Procede, sin duda, de la lejana infancia. Tuve que renunciar a aprender algo que ya no se puede aprender más tarde. Ignoro si se trata de una gracia o de una incapacidad. Solo sé que me resulta imposible vivir en un mundo en el que no creo. 159-160

Hoy, mi padre, recientemente desaparecido, ha estado todo el tiempo a mi lado. Lo mismo que yo, no ha hecho nada en todo el día. Sonreía, eso es todo. 162

A veces, quisiera entrar en alguna casa, al azar, sentarme en la cocina y preguntar a sus moradores de qué tienen miedo, qué esperan, y si comprenden algo de nuestra presencia común en la tierra. 163

Mi mesa de trabajo está frente al abedul y el abedul está frente a Dios. Intento colocar mis palabras en esa línea que dibujan los tres. 164

Al final, nunca podremos formular nada seriamente –quiero decir, algo verificable- acerca de la vida o de la muerte, suponiendo que sean cosas distintas. En toda nuestra vida, no encontraremos la verdad –pero quién sabe si, buscándola a pesar de todo, no se acercará ella a nosotros, enternecida por nuestros esfuerzos. 167

Los muertos no saben que están muertos, pero tampoco los vivos saben que están vivos. Nadie sabe gran cosa. 167
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martes, 14 de noviembre de 2017

Sócrates en noviembre



En este mes de los difuntos uno se acuerda de Sócrates, claro. Por Platón y Jenofonte, sus más aventajados discípulos, conocemos la defensa del maestro en el célebre juicio que le condenó a beber la cicuta. Ediciones Rialp ha tenido el acierto de reunir ambas joyas en un volumen bien anotado, pequeño y elegante.

Las dos Apologías tienen en común el planteamiento brillante y ameno de cuestiones tan fundamentales como el respeto a la conciencia, la obediencia a las leyes, la práctica de la virtud y la reflexión sobre la muerte. Asuntos de máxima relevancia en cualquier época, porque tocan la esencia de la condición humana. Si la Apología de Platón es breve, la escrita por Jenofonte son apenas veinte páginas que se saborean serenamente en menos de una hora. Nadie podrá decir que no tiene tiempo para esta lectura, y dudo que deje indiferente a algún lector. Como botón de muestra, las últimas palabras de Sócrates a sus jueces: “Bien, ha llegado la hora de marcharnos. Yo para morir, vosotros para vivir. Entre vosotros y yo, ¿quién sale ganando? Esto nadie lo sabe, solo Dios”.

viernes, 10 de noviembre de 2017

Chesterton en Santander











Boina sobre Cantabria y sobre el escritor. Lluvia benéfica también de ideas, pues Chesterton está en la Librería Estvdio, que celebra sus primeros 70 años. Gracias a Alfredo, que gestiona y ata todo en corto: la sala, la prensa, la radio, la asistencia... Gracias a Fernando García-Barredo y a Luis. Una estupenda ocasión para dar un paseo por la bahía y estar con los amigos del norte: Antonio, Fernando y Nieves, Javier y Paco, Emilio y Quique, Leticia, los Revuelta...


viernes, 27 de octubre de 2017

Gloria


SI no sabe de ti, mi alma no sabe,
acostumbrada al páramo sombrío,
donde estaban tu casa y esas rosas
y la luz que encendías a la noche;
la casa que jamás me abrió sus puertas,
pero sus rosas y su luz bastaban,
para saber de ti, de luz y rosas.




Julio Martínez Mesanza, director del Instituto Cervantes en cinco países, ha ganado el Premio Nacional de Poesía por su obra Gloria, publicada en la prestigiosa Colección Adonáis (Rialp).

Poeta de la generación de los ochenta, Mesanza cultiva en endecasílabos blancos una poesía intensa, inteligente y culta, que bucea en el misterio humano y divino que nos constituye. Dos pilares son esenciales en su obra: uno es la tradición literaria, con Borges, Claudel, el romancero, Lorca, la poesía intimista de Lope...; otro es la Biblia, en especial el Génesis, los Salmos y profetas como Isaías.

UNA madona de van eyck y el niño,
que miran desde el tiempo de la gracia, 
ese claro en el cielo incomprensible,
que dice imagen, gloria y semejanza.

Carmelo Guillén me explica que el mundo del poeta, cargado de iglesias, santos o advocaciones marianas, al mismo tiempo está repleto de vencidos, desertores o traidores; un mundo —reflejo de Occidente— regido por la ley de la fuerza, en el que impera el orgullo, la mentira, la tristeza o la usurpación, y que prescinde de sus raíces espirituales; un mundo, en fin, necesitado de redención, mesura y amor. Después añade que JMM es uno de esos autores que saben a verdad, sin complejos a la hora de exaltar las cualidades que enaltecen al hombre, sobre todo el honor, la libertad y la fe. 

jueves, 12 de octubre de 2017

Roger Scruton




La búsqueda de la belleza hace del mundo nuestro hogar, amplía nuestras alegrías y consuela nuestras penas. 

El relativismo es el primer refugio de los canallas.

Un filósofo que diga “no hay verdades, solo opiniones”, se arriesga a que le pregunten: “¿Eso es una verdad o una opinión?”.

Una sociedad libre es una comunidad de seres responsables, unidos por la benevolencia y las obligaciones del amor familiar.

El matrimonio no existe para beneficio de la presente generación, sino de la siguiente. 

El vino no solo es un objeto de placer, sino de conocimiento.

La belleza está amenazada por el culto a la fealdad en el arte, y por el culto a lo útil en la vida ordinaria. 

Para ser original, un artista también debe pertenecer a la tradición de la que parte. 

Ser impopular nunca es fácil, aunque serlo por una buena causa es una garantía frente a la desesperación. 

La música es el ejemplo perfecto de algo que está en este mundo pero que no es de este mundo.

Cuando los políticos fallan, sus esfuerzos no se dirigen a cambiar, sino a cambiar la creencia de la gente de que ellos han fallado.

En ausencia de una religión organizada, el único vehículo de redención es el arte.

El feísmo convirtió el arte en una broma que hace ya tiempo dejó de tener gracia.

Los grandes artistas del pasado sabían que la vida está llena de sufrimiento, pero tenían un remedio: la belleza. 

La obra de arte bella trae consuelo en la tristeza, afirmación en la alegría, y muestra que la vida vale la pena. 

Nuestras instituciones docentes han dejado de salvaguardar la cultura, al tiempo que la vida pública se ha imbecilizado de forma deliberada.  

La oración y la penitencia se han interrumpido, pero no olvidado. Así que la vida ética sigue siendo posible para quienes deseen recuperarla en las catacumbas de la alta cultura. 

Confucio no ofrecía una filosofía, pero nos animaba a vivir como si nuestros actos tuvieran consecuencias eternas.
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domingo, 1 de octubre de 2017

Rebelión en la Granja


Inquietante similitud entre lo que ocurre en el Nordeste y en Animal Farm, donde los cerdos convierten a la mitad del personal en tontos útiles.

martes, 26 de septiembre de 2017

También Serrat



La posverdad catalana nos descubre ahora que Serrat ha sido criptofascista durante medio siglo. Mientras me recupero, leo a Edurne Uriarte y no me resisto a transcribir dos párrafos de su columna en ABC:

ESPAÑOLES QUE NO FACHAS
JOSÉ Luis Rebordinos, director del Festival de Cine de San Sebastián, defendió hace unos días el punto de vista humorístico de la película Fe de etarras afirmando sobre ETA que «por supuesto que hablamos de una banda fascista y asesina». Pues no, además de banda asesina, ETA es ultranacionalista y comunista, pero no fascista, rasgo ideológico que nunca estuvo en su ideario. Pero vivimos en un país en el que hay que recordar este dato tan conocido una y otra vez, porque la izquierda ha impuesto determinada lectura manipulada de la realidad según la cual no sólo el comunismo es estupendo o no existe la xenofobia en el nacionalismo catalán o vasco, sino que todo lo que no les gusta es fascista, aunque sea abiertamente ultraizquierdista como es el caso de ETA.

En ese ambiente falsificado durante décadas se moviliza estos días la sociedad civil española en contra del golpe independentista. Y por eso alguno de los vídeos que circulan por las redes sociales clarifica que los contrarios al referéndum ilegal y partidarios de nuestro sistema democrático y descentralizado y de la unidad de España no somos «fachas», sino españoles. Y hay que perder el tiempo explicando esta obviedad porque llevamos décadas de adoctrinamiento ideológico, según el cual los nacionalismos extremistas como el catalán que acaba de saltarse todos los procedimientos democráticos y legales son «progresistas», mientras que el nacionalismo español democrático y defensor de uno de los Estados más descentralizados del mundo es «facha».


lunes, 25 de septiembre de 2017

La evangelización de los católicos



El objetivo de este libro, magníficamente traducido y editado, es doble: enseñar a los católicos la grandeza incomparable de su fe, para que la vivan a fondo y se animen a mostrarla a un mundo que necesita su testimonio. En ese sentido, los capítulos centrados en la familia me han parecido de enorme interés y actualidad.

El autor, Scott Hahn, es un marido atípico. Y no lo digo porque tenga seis hijos con Kimberly Kirk. Me refiero a su trabajo como profesor de Teología y Sagrada Escritura en una universidad norteamericana. Tampoco es habitual que un católico haya sido durante años pastor protestante. Pero el rasgo que lo convierte definitivamente en rara avis es su calidad como escritor, lograda a base de dominio del lenguaje, amenidad y pedagogía. Para constatarlo bastaría con leer sus primeras páginas, o las dedicadas a comparar el papel de la mujer entre los romanos paganos y entre los romanos cristianos (págs. 92 a 97), basadas en el libro La expansión del cristianismo, del sociólogo Rodney Stark.

Me voy a detener en el cuadro que traza de la vida de la mujer –tanto la rica como la pobre- en el antiguo Imperio Romano. Nada agradable, por cierto. Para empezar, muchas no vivían más de un día, pues el mundo romano las veía como una carga, no como una bendición. De manera perfectamente legal, alegando cualquier motivo, los padres podían abandonar o asesinar a sus hijas recién nacidas. Datos arqueológicos corroboran este inhumano privilegio patriarcal. Los censos de población indican que por cada cien mujeres adultas había ciento cuarenta varones. En la ciudad de Roma se han descubierto sumideros literalmente obstruidos con restos de recién nacidos.

Las niñas romanas, después de recibir poca o ninguna educación, eran casadas al llegar a la pubertad, a menudo con hombres mucho mayores. La ley nunca les permitiría tener posesiones, y su marido podía divorciarse en cualquier momento, sin alegar motivo alguno. Además de compartirla con amantes y prostitutas, su esposo la podía obligar a abortar, con tantas posibilidades de morir como de quedar estéril.

A diferencia de esa infernal existencia femenina, a las mujeres cristianas del Imperio les iba muchísimo mejor. Siguiendo las leyes del pueblo judío, las comunidades cristianas prohibían tajantemente tanto el infanticidio como el aborto. Prohibiciones similares condenaban el divorcio, el adulterio, las relaciones contra natura y lo que hoy lamamos violencia de género. A los maridos se les instaba a amar a sus mujeres “como Cristo amó a su Iglesia”. Por todo ello, el cristianismo era sumamente atractivo para las mujeres, y mientras la Roma pagana agonizaba, la Roma cristiana florecía.
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viernes, 15 de septiembre de 2017

Chesterton por España



En tres ocasiones vino con su esposa a nuestro país, en busca del sol mediterráneo, cuando todavía sus obras no se habían traducido al castellano. Ahora se pasea por las librerías españolas como Pedro por su casa, y te da la oportunidad de contar su apasionada vida ante públicos siempre agradecidos, de Bilbao a Murcia, de Madrid a Sevilla, prestando tu voz a sus magníficas palabras.

miércoles, 13 de septiembre de 2017

Fondo y forma en Lucia Berlin




Algo bulle, hormiguea, hierve y ruge en todas las historias de Lucia Berlin. Ese algo es la vida, su propia vida: una carrera de obstáculos a lo largo de siete décadas, un desasosiego que no cesa, que hincha las velas de sus narraciones desde la primera línea hasta el punto final. Confieso que he vivido, podría decir ella también. Pero no pacíficamente ni a lo grande, sino zarandeada por los vientos furiosos de duras circunstancias familiares: un padre que trabaja demasiado y apenas se deja ver; una madre que se encierra en su habitación con una botella; cambios de ciudad y de país; inadaptación a los nuevos colegios; un curso vertiginoso en la universidad; alcoholismo; ligereza sexual que roza la adicción…

Al final, setenta historias breves para contar escuetamente sus setenta años. Los de una mujer hermosa que decide exprimir sus días y es ella, qué pena, la que acaba exprimida, tirada con frecuencia en la cuneta, rota. Lucia se levanta y se recompone una y otra vez, porque con treinta años y tres divorcios debe sacar adelante a sus cuatro hijos. Por ellos trabaja como telefonista, auxiliar de enfermería, administrativa, profesora de español y mujer de la limpieza, mudándose de casa y cambiando constantemente de trabajo.

Manual para mujeres de la limpieza (Alfaguara, 2016) es una exigente selección de cuarenta y tres relatos, que se presentan por primera vez en español. Historias donde pasan muchas cosas a la vez, manejadas con el virtuosismo de pies y manos sobre los platillos y los tambores de una inmensa batería. El resultado es vivaz, alegre, expansivo, maravilloso. Cada palabra parece haber superado un riguroso casting. Cada frase ha sido tallada como un diamante, con una condensación de información relevante capaz de encerrar en una mirada un mundo, un infierno en una alusión. Información ensamblada con mecánica de precisión, para insuflar vida a personajes y situaciones que nos parecen más reales que la misma realidad, donde la escritora interpreta al mismo tiempo los papeles de héroe y antihéroe, a veces con una inconsciencia o irresponsabilidad que dejará secuelas irreversibles. Estamos, por comparación con otro maestro, ante el realismo sucio de Carver, a veces más sucio y desagradable, a veces más tierno y humilde, con gotas inesperadas de humor benévolo.

También estamos ante una valiosa lección de antropología. En su vejez, Lucia reconoce que “todo lo bueno o malo que ha ocurrido en mi vida ha sido predecible e inevitable, en especial las decisiones y los actos que han garantizado que ahora esté completamente sola”. Ella se hizo y se deshizo a sí misma, no una vez sino muchas, y asume su culpa con valentía. Pero creemos que se equivoca al juzgar inevitable su trayectoria. Puede ser inevitable cosechar tempestades cuando siembras vientos, pero nadie te obligó a abrir la caja de Pandora. Si bebes a diario y sin medida serás alcohólica, y la infidelidad a tu marido acabará en divorcio, pero beber y traicionar fueron elecciones libres. Dicen que la naturaleza no perdona nunca. 

Los relatos de Lucia Berlin recuerdan a los guiones de Woody Allen. Él y ella construyen historias donde los personajes parecen marionetas de sus propios impulsos; vidas donde cualquier idea sobre el deber o la responsabilidad es sofocada por una maleza de deseos y sentimientos que crecen sin control; hombres y mujeres jóvenes que no llevan las riendas de sus conductas y se abandonan al escapismo inmaduro del carpe diem; que parecen incapaces de mantener ese compromiso estable que llamamos fidelidad, y que por ello pagan la elevada factura de la infelicidad. Lucia Berlin intuye – como todo el mundo- que la clave de la felicidad es el amor, pero tal vez desconoce algo que Platón expresó de forma insuperable: que con la efigie del amor se acuña mucha moneda falsa. A pesar de todo, esa hermosa mujer y sus personajes nos conmueven hasta el fondo. Porque nosotros somos como ellos. O podríamos serlo. 
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sábado, 2 de septiembre de 2017

Celia en la revolución


La escritora española Elena Fortún (1886-1952) vivió la Guerra Civil en la España republicana. Fruto de su experiencia es la novela Celia en la revolución, escrita en 1943 y rescatada por la Editorial Renacimiento en 2016.

Celia, protagonista y narradora, tiene dieciséis años y cuenta lo que ve en Madrid, Valencia, Barcelona y Albacete. Sobre todo en Madrid: el hambre atroz, las bombas, el odio, las ejecuciones criminales, y también la solidaridad. Fortún es republicana, pero no se decanta por las derechas o las izquierdas, da la voz a unos y a otros, y también a quienes no se adscriben a ningún bando, como hizo Chaves Nogales en A sangre y fuego. Narración objetiva, en la medida que la objetividad es posible en un proceso histórico de apabullante complejidad, como constata Julián Marías en La Guerra Civil, ¿cómo pudo ocurrir?

Celia en la revolución es un testimonio estremecedor sobre la lucha por la vida, sin ceder al victimismo. El lector se siente cautivado por un estilo sencillo y directo, inteligente y poético, al servicio de pequeños episodios tiernos y crueles, humanísimos y desgarradores, con el amor a la familia por encima de todo. Es la novela que le hubiera gustado escribir a Baroja, asegura Andrés Trapiello en el prólogo.