El demonio que Berman nos presenta en El séptimo sello es el auténtico príncipe de este mundo, capaz de amedrentar al mafioso más bragado.
Los demonios que provocan los Milagros de Nuestra Señora, escritos por Berceo, enfrentados a la Gloriosa no pasan de diablillos revoltosos, casi como de la familia. En uno de ellos nos encontramos a un hombre violento y egoísta, con méritos de sobra para ser odiado por todos sus vecinos. Cuando se muere, los diablos se abalanzan sobre él, le agarran y le arrastran de cabeza al infierno. Entonces Jesucristo se interpone en su camino y les pregunta adónde van tan deprisa. Ellos le resumen la vida nada recomendable del difunto y le demuestran que se trata de un caso perdido. Pero la muerte también está llena de sorpresas, y Berceo nos cuenta la maravillosa respuesta de Jesús:
-No os falta razón, pero se os escapa un pequeño detalle. Este pecador impresentable tenía una imagen de mi Madre en la puerta de su finca. Y siempre que entraba o salía la saludaba con unas palabricas: "Ave, santa María, que pariste al Mesías".
En cuanto los diablos oyeron el nombre de la santa Regina, dice Berceo que soltaron a su presa y se esfumaron como una neblina.