jueves, 20 de febrero de 2014

Leguina ajusta cuentas

Es socialista. Fue Presidente de la Comunidad de Madrid. Isabel San Sebastián reseña su último libro en ABC:

JOAQUÍN Leguina ha pintado como nadie lo había hecho hasta ahora el retrato de la infamia perpetrada por José Luis Rodríguez Zapatero al frente del PSOE y de España. El cuadro completo, detallista, de trazo fino, repleto de colores, que muestra la gigantesca tarea de demolición llevada cabo por un presidente nefasto, hijo de un tiempo mediocre, que desgraciadamente ha creado escuela.

«Historia de un despropósito» lleva por título esta obra, que describe con prosa elegante, lenguaje mordaz, argumentos de peso y profusión de datos y hechos la verdadera personalidad de un hombre tan sobrado de «talante» como escaso de talento, ayuno de lecturas, profundamente inculto, soberbio hasta el extremo de no reconocer sus propias limitaciones y prescindir de la experiencia ajena, empecinado en sustituir ideas o proyectos por ocurrencias y, lo peor de todo, carente del menor sentido de Estado. Un flagelo para el partido que lo encumbró y el país que lo elevó a la presidencia del Gobierno. Un auténtico «organizador de derrotas», tal como reza el subtítulo del libro.

A lo largo de 288 páginas que al lector se le quedan cortas, el veterano socialista responde, con precisión de entomólogo de humanos, a las cinco célebres «w» del periodismo de manual (el que prima la información sobre los intereses del poder.) Quién: Zapatero. Qué: destruir la esencia del socialismo, dañar gravemente el sistema político de partidos, arruinar al país y minar, acaso de manera irreversible, los pilares de la unidad nacional que consagra la Constitución, atizando con irresponsabilidad dolosa, por acción y omisión, el fuego independentista catalán, además de jugar peligrosamente con ETA a ser aprendiz de brujo en funciones de «pacificador». Cuándo: a lo largo de sus ocho años de mandato. Cómo: eliminando a cualquiera que se opusiera a su aventura enloquecida, despreciando por sistema el mérito o la capacidad y rodeándose de un reducido grupo de «pretorianos» dispuestos a jalear cada una de sus improvisaciones. Dónde: en España.

Una de las anécdotas más significativas que recoge este sabroso relato es la que narra cómo fue elevada Carme Chacón al Ministerio de Defensa. ¿Por su valía? No. ¿Por sus ideas innovadoras sobre el papel que debían desempeñar las Fuerzas Armadas en este momento histórico? Tampoco. ¿A resultas de un profundo debate mantenido en el partido o el Consejo de Ministros? Menos aún. Chacón fue agraciada con la cartera de Defensa porque a Zapatero se le había ocurrido que el nombramiento de una mujer produciría un gran «pelotazo mediático» y había pensado en Elena Salgado. Entonces Miguel Barroso, uno de sus consejeros áulicos, sugirió que, para pelotazo, el que causaría su esposa, que además de mujer era catalana y estaba embarazada.

Todo esto sería motivo de carcajada si no hubiese provocado un daño irreparable a la Nación y a la democracia. Si no hubiese laminado a uno de los dos partidos llamados a vertebrar España y ahondado la gravedad de la crisis económica. Si no fuera el polvo causante de un lodo que amenaza con sepultarnos a todos.

Leguina ha tenido el buen gusto y la valentía de escribir del partido en el que milita, aunque mucho de lo que dice es perfectamente aplicable al PP. En particular, lo referido al encumbramiento de los mediocres y la conversión de la política en un modus vivendi, pero también la sustitución de equipos por amigos, el desprecio hacia la verdad y la debilidad ante el separatismo. Eso es lo peor de la herencia de Zapatero; que en gran medida sigue viva.