sábado, 27 de noviembre de 2010

El concejal del SIDA


En este extraño país abundan los ministros, consejeros, alcaldes y concejales que solo entienden a los jóvenes de cintura para abajo, como si fueran monos con pantalones.

¿Un ejemplo reciente? El concejal de juventud de Burgos -activo militante del PP- se dispone a emprender una cruzada anti SIDA, centrada en “hablar del sexo sin tapujos” y repartir lo de siempre, en centros escolares y Universidad. En su ingenuidad, debe pensar que los jóvenes burgaleses son medio tontos, igual que sus padres. Y en su ignorancia se apunta a la estrategia fracasada de Bibiana y Zapatero, despreciando el remedio eficaz que la clase médica y la OMS repiten desde hace dos décadas. Ya ven: otro perfecto irresponsable, con la aquiescencia del alcalde Aparicio.

martes, 23 de noviembre de 2010

Juicio sumarísimo




Domingo en Burgos. Oigo a mis espaldas, en una cervercería del casco histórico, un juicio sumarísmo: ¡Será maricón! Me vuelvo y veo a tres parejas jóvenes, con caña y bravas, riendo mientras comentan un artículo del periódico. Siempre que escucho ese tipo de descalificaciones recuerdo una triste radiografía de Antonio Machado: “De diez españoles, nueve embisten y uno piensa”. Cuando se van, me hago con el diario y leo la columna que ha provocado la citada lindeza. Es de un colaborador con aspecto simpático y buena pluma. Se queja de que “muchas personas identifican todavía hoy la homosexualidad con lo sucio, lo inmoral, lo desviado, lo enfermo, lo ridículo, lo digno de lástima y compasión”. Por eso le parece “digno de aplauso que en 2005 nos convirtiéramos en una de las primeras naciones que amplió el derecho del matrimonio a las personas del mismo sexo”, demostrando que “somos una de las sociedades más equilibradas, tolerantes y simpáticas del planeta”.

Al llegar a este punto me pareció estar oyendo a un portavoz de Zapatero, cuyo problema no es precisamente de autoestima y sí de argumentos. Porque la matraca que se empeña en llamar matrimonio a la unión homosexual es un tosco voluntarismo, contrario a una evidencia irrefutable: los homosexuales tendrían derecho a engendrar hijos si pudieran fecundarse. Pero resulta que no son los prejuicios de nadie, ni las leyes, ni las religiones, quienes les niegan esa posibilidad: es la biología. Por eso, si los homosexuales quieren ser tratados como los demás, tendrán que empezar haciendo lo que suelen hacer los demás: respetar la realidad y llamar a las cosas por su nombre. Si la unión conyugal entre hombre y mujer se ha protegido desde Altamira al siglo XXI, ha sido por estar directamente asociada al origen de la vida y a la supervivencia de la especie. La introducción artificial de un niño en la casa de dos homosexuales, ni convierte a éstos en matrimonio ni a los tres en familia. Dos homosexuales pueden ser dos buenos padres, pero nunca serán una madre, ni buena ni mala; dos lesbianas pueden ser dos buenas madres, pero nunca serán un padre, ni bueno ni malo. “No deseo a ningún niño lo que no he deseado para mí misma”, dice Alejandra Vallejo-Nágera. Y añade: “Me gusta, siempre me ha gustado, tener un padre y una madre. Cualquier otra combinación de progenitores me parece incompleta e imperfecta”.

Más que un tema jurídico o religioso, más que una cuestión de tolerancia o libertad, más que un asunto progresista o retrógrado, de derechas o izquierdas, nos encontramos ante un problema básicamente biológico. Se podrá opinar lo que se quiera, pero lo que tú y yo opinemos es irrelevante cuando los genes tienen la última palabra, y cuando ese orden natural tiene serias repercusiones psicológicas, emocionales y educativas. El presidente de la Asociación Mundial de Psiquiatría ha señalado que un niño “paternizado” por una pareja homosexual entrará necesariamente en conflicto con otros niños, se comportará psicológicamente como un niño en lucha constante con su entorno y con los demás, creará frustración y agresividad. Una vez más, con la naturaleza hemos topado.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Rahola y Planeta


Coincidiendo con la pataleta por la inolvidable visita de Benedicto XVI a Compostela y Barcelona (noviembre 2010), la editorial Planeta ha publicado la mejor de sus biografías, elaborada por Pablo Blanco durante diez años. Y Pilar Rahola ha escrito en La Vanguardia ¡Bienvenido a Barcelona!, una columna que concluye con estas palabras:

Ratzinger demuestra una categoría intelectual que sin duda enriquece su papado. De momento, lo tendremos en Barcelona y, como era de esperar, su visita ha concitado todo tipo de polémicas, desde las más razonadas, como las de los vecinos, hasta las más estúpidas, intentando arrimar el ya jurásico discurso anticlerical al molino político. Personalmente, estoy encantada de su visita, y no sólo por lo obvio: pone a Barcelona en el mapa, consagra un monumento histórico, es el líder espiritual de miles de nosotros, hablará en catalán, etcétera. Además, creo que este Papa desea fervientemente construir puentes de diálogo entre religiones, y esa voluntad, en los tiempos actuales, es una actitud luminosa. Bienvenido, pues, Sa Santedat. Bienvenido en nombre de algunos de esos no creyentes como yo misma que no confundimos nuestras convicciones con la mala educación y que pensamos que el diálogo entre razón y fe es uno de los más profundos que pueden darse. Bienvenido y gracias por culminar el sueño de Gaudí, que es el sueño de miles de catalanes.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Plutarco en Inglaterra





Si Plutarco compusiera hoy las vidas paralelas de los mejores escritores británicos del siglo XX, no superaría a Joseph Pearce. En el libro que reseño, este profesor de Oxford -célebre por sus biografías de Chesterton, Wilde y Tolkien- añade al triunvirato otra veintena de autores, entre los que destacan tipos como Graham Greeen, T. S. Eliot, Dorothy Sayers, Hilaire Belloc, Christopher Dawson, Malcolm Muggeridge, Evelyn Waugh o C. S. Lewis.

Figuran, por tanto, los novelistas, poetas, historiadores y ensayistas más reconocidos de Gran Bretaña. Triunfaron como escritores, pero fueron también hombres y mujeres valientes, que superaron el pensamiento dominante de su época y dieron a sus vidas el giro radical que hace posible el título del libro: Escritores conversos. Una obra tan enriquecedora como amena.

lunes, 8 de noviembre de 2010

La vida de Elvira


A Elvira, chica de la progresía postfranquista, le provocaba sarpullido cualquier cosa que oliera a trascendencia. En consecuencia, ella y su gente se instalaron en una cultura comprometida con la intrascendencia, hasta que no lo soportaron y empezaron a evadirse. Pero toda evasión, si no es por elevación, tiene su precio.


En la entrevista que concede a Mercurio, Elvira Lindo, esposa de Muñoz Molina y mamá de Manolito Gafotas, reconoce que, por aquellos idealizados años ochenta, "la droga arrasó con muchos de mis amigos, y en cuanto a la cultura había un camelo tremendo". ¡Y tanto! El mismo camelo -¡ya es coincidencia!- que uno detecta en su última novela, donde la apuesta por la intrascendencia sigue siendo explícita, encarnada en unos personajes planos, llenos de vacío y con alma de esclavos, como diría Gustavo Bueno.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Nacho

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Un animal es lo que ves. Una persona es lo que no ves: “un ansia y un arcano, una isla de magia y de temores” -escribió Borges-, mucho más grande por dentro que por fuera.

Y es lo que compruebas cuando conoces a tipos como Nacho de Marcos, uno de los mejores jugadores de hockey hielo de Europa. Si te enfrentas a él en una pista, reza todo lo que sepas. Pero, si le quitas el casco y el stick, la impresión puede ser mucho mayor, pues no te esperas esa apabullante mezcla de simpatía y bondad.

martes, 2 de noviembre de 2010

El Emperador


Retrato vigoroso, insuperable, de Haile Selassie y Etiopía, un emperador y un país que encarnaron el esperpento durante medio siglo XX, aunque no más que Polonia y los países europeos que padecieron el comunismo por un tiempo parecido. Esta comparación, implícita, no es ajena a la intención del reportero polaco que -lejos de cargar las tintas- dulcifica la negra realidad con una ironía siempre amable.

Si en su momento fui deslumbrado por Ébano y Viajes con Heródoto, al disfrutar ahora con cada párrafo de El Emperador, pienso que Kapuscinski ha dado en estas páginas lo mejor de sí mismo. El libro, todo un alarde de estilo, se lee con asombro creciente y una sonrisa, pues su autor ha encontrado el tono tragicómico justo para una historia altamente sugestiva y surrealista. Por lo demás, la vida en la corte de Addis Abeba recuerda, a veces, episodios grotescos y mezquinos que protagonizan gobierno y oposición en nuestro país, sin ir más lejos.