jueves, 12 de mayo de 2011

Elogio de la chuleta




Antaño, cuando los estudiantes se ponían de los nervios ante un examen, recurrían a la chuleta. El esfuerzo por meter la historia de España o la Tabla Periódica en una octavilla producía un efecto balsámico instantáneo, pues uno sentía las espaldas cubiertas con un paracaídas de emergencia, y todo parecía controlado. Como efectos colaterales, igualmente benéficos, la chuleta te enseñaba a ir al grano y distinguir lo esencial, a resumir y esquematizar.

Todo esto era antes, ya digo. Antes de que llegaran las reformas educativas del PSOE. Con ellas, al fin, empezamos a progresar adecuadamente, sin nervios ni necesidad de chuletas, porque en los nuevos exámenes solo había que subrayar la palabra "patata" y escribir correctamente el nombre del río que pasa por tu pueblo.