lunes, 15 de junio de 2015

El fin de la inocencia



El Comunismo encontró su gran oportunidad histórica cuando Hitler ganó las elecciones en 1933. Stalin levantó entonces la bandera contra el nazismo y el fascismo, casi un deber moral al que debía sumarse todo europeo y americano decente. Eso significó, en paralelo, la simpatía de miles de artistas e intelectuales hacia el comunismo stalinista.
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Si el Comunismo solo hubiera sido antifascista, habría representado una opción noble. En realidad, además de antifascista ya era en Rusia, por aquellos años, “la mayor empresa carcelaria de la humanidad” (Pierre Chaunú), tan totalitario como el nazismo y, por tanto, esencialmente violento, mentiroso e injusto. Pero eso, fuera de Rusia no lo sabía casi nadie.
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La historia de esa gigantesca manipulación la cuenta Stephen Koch, con pelos y señales, en El fin de la inocencia, un libro inolvidable que se lee como la mejor novela de aventuras, y que podría abrir los ojos a muchos españolitos antisistema.
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