jueves, 5 de noviembre de 2009

Os difuntiños

Noviembre. ¿Metáforas sobre la muerte? Ahí están las Coplas de Manrique. O esos versos en los que Dámaso la llama pórtico de la inmortalidad, y convierte los cementerios en huertos donde piadosamente sembramos a nuestros muertos, con esperanza de cosecha inmortal.



Luego está la reflexión de Christian Bobin, a propósito de su mujer: que la última verdad no puede ser un agujero en la tierra, pues no es lo bastante grande para contener la infinitud del amor recibido a veces en esta vida. Y, por fin, los gallegos, capaces de referirse a los difuntos con la expresión más sabia, poética y teológica que conocemos: os difuntiños. ¡Qué prodigio!


En el cemeterio de Santa Mariña, en Cambados, bajo las ruinas de la iglesia gótica donde también reposa un niño de Valle-Inclán, el doctor Cabaleiro me mostró el busto en bronce de un viejiño con boina, sobre un epitafio tan airoso como las ojivas de piedra que enmarcan su eterno descanso, deitado a sombra dunha alcasia, na i-alma nobre da nosa terra.


Postdata: En Burgos, ajeno a la misteriosa verdad de esta poesía, uno de los codirectores de Atapuerca ha comentado que la evolución acabará pronto con la religión. A su lado, un ilustre filólogo ha salido al paso de esa confusión de churras con merinas, y ha recordado al antropólogo lo evidente: que seguirá habiendo religión mientras el hombre se siga muriendo.