The road es una extraordinaria novela llevada a la gran pantalla. Todavía no he visto la película, pero la crítica de Ana Sánchez de la Nieta me dice que es de visión obligada. Reconoce que es incómoda y desgarrada, dura como el texto de Cormac McCarthy, pero añade un motivo de peso: es de esas películas -pocas- que enseñan a vivir.
Además, me asegura que el director ha logrado una magnífica adaptación, entre otras cosas porque "mantiene intacto el espíritu de la novela: su radical dureza y su apertura a la esperanza".
Me fío de Ana porque ha sido capaz de meter la novela en una línea exacta: "un breve, seco, duro y magistral relato". Y porque me asegura que la truculencia de algunas imágenes no se lleva por delante el núcleo de la historia, "que no es otro que el radical valor de la vida humana, la desarmante belleza del cariño de un padre por su hijo, y el reflejo de la divinidad en la dignidad y en la bondad de un inocente".
Además, me asegura que el director ha logrado una magnífica adaptación, entre otras cosas porque "mantiene intacto el espíritu de la novela: su radical dureza y su apertura a la esperanza".
Me fío de Ana porque ha sido capaz de meter la novela en una línea exacta: "un breve, seco, duro y magistral relato". Y porque me asegura que la truculencia de algunas imágenes no se lleva por delante el núcleo de la historia, "que no es otro que el radical valor de la vida humana, la desarmante belleza del cariño de un padre por su hijo, y el reflejo de la divinidad en la dignidad y en la bondad de un inocente".