México es un país sentimental y surrealista, donde el realismo mágico es el estado habitual de sus días y sus gentes. La semana pasada, mientras desayunaba con la crónica futbolera de Germán Dehesa, me llamó la atención la foto de "Cascabel", un melenudo león en el jardín de una casa.
La kafkiana noticia quedaba perfectamente subrayada por las declaraciones de dos amedrentadas vecinas: "Ahora no nos despiertan los gallos, sino un rugido espantoso", decía una. Y la otra: "Cuando ruge por las noches me encomiendo a Dios para que no se vaya a escapar algún día. Porque estos animales, ¡Virgen santísima!, en la calle agarran cristianos y lo que encuentren".