jueves, 11 de febrero de 2010

La sonrisa de Charity



El día que Sally y Charity se conocen descubren que sus maridos son profesores de Literatura inglesa en la misma Facultad. Después viene otra sorpresa que las llena de gozosa complicidad: ambas esperan su primer hijo dentro de siete meses. Por la tarde, cuando Larry llega a casa -un humilde y oscuro semisótano-, encuentra a Sally tomando el té con una desconocida, charlando como si fueran amigas de la infancia. ¿Quién es esa chica alta y joven, con vestido azul y una sonrisa que parece llamear en la penumbra del apartamento? Lleva el pelo recogido hacia atrás, como para despejar y enmarcar un semblante donde todo sonríe: labios, dientes, ojos, mejillas…


Tras una sencilla presentación, Larry empieza a comprobar que la conversación de esa chica es tan animada como su rostro: cada cuatro palabras, una va subrayada con ese énfasis entusiata tan típicamente femenino. Se llama Charity, y les va contando su vida y su matrimonio entre las tostadas de canela y el té, mientras tira de la lengua a los anfitriones para que hagan lo mismo. Pasan las horas y nadie quiere romper el encanto. Al final, Sally y Larry acompañan a Charity hasta un polvoriento Chevrolet y se quedan agitando las manos mientras el coche se aleja entre los árboles. “Nuestra última impresión de ella al verle torcer la esquina fue aquella sonrisa que se volvió a lanzarnos como si fuera un puñado de flores”.


A menudo, la magia de los primeros pasos de una amistad resulta inolvidable, como sucede a las dos parejas que protagonizan En lugar seguro. La estupenda novela de Wallace Stegner narra sabiamente la historia de esa estrecha relación, la vida de cuatro personas que ponen el amor y la lealtad por encima de los desacuerdos y fragilidades que también surgen a lo largo de varias décadas.