Cuando entró en La Moncloa se definió con dos palabras: rojo y feminista. Pero ha dejado claro que no es un feminista cualquiera, sino de tercera generación. ¿Qué significa eso? Pues algo así como pertenecer al reducidísimo club de frikis de un feminismo hipertrofiado. Voy a intentar explicarlo.
Feministas en Occidente somos todos, pues todos aplaudimos la equiparación jurídica, social y política entre hombres y mujeres. Este primer feminismo forma parte del liberalismo clásico y se limita a aplicar la igualdad ante la ley. Se trata de una postura respetuosa con la familia y con la vida humana más débil, que se radicaliza en mayo del 68 al asumir las ideas freudianas y marxistas sobre emancipación sexual. Y entonces adopta un sesgo abiertamente contrario a la maternidad, tan característico de nuestros días. Y afirma que la equiparación legal entre varón y mujer resulta insuficiente, pues la opresión de la mujer sigue existiendo en el espacio privado de la familia. Más que liberal, la tesis de esta second wave feminism es libertaria: el rol de madre y ama de casa es alienante, y la completa liberación femenina requiere la salida de esa cárcel. Una salida por la puerta de la liberación sexual, de la anticoncepción y del aborto libre, como bien sabemos.
Este segundo feminismo le parece insuficiente a nuestro kafkiano Presidente. Él se sube a la tercera ola, a la llamada ideología de género, para enseñarnos que la sexualidad masculina y femenina es opcional, voluntaria, libre, no determinada por la condición biológica del varón y la mujer. En concreto, ahora se afirma que el rol de madre es una construcción cultural y, como tal, puede ser asumido por varones. Aunque todo esto es tan peregrino como la cuadratura del círculo, el fervor feminista de nuestro Presidente ha logrado que España figure a la cabeza del mundo en la relativización de roles sexuales, tanto en legislación como en educación. Si algo les queda claro a los jóvenes alumnos de Educación para la Ciudadanía es su absoluta libertad para escoger su orientación afectivo-sexual, con la posibilidad de cambiar de sexo mediante intervención quirúrgica. Literalmente kafkiano, ya te digo.