miércoles, 13 de enero de 2010

Messi y la Evolución



Marta se queja porque lleva tres días estudiando la Evolución y no se aclara. Yo recuerdo Un gol como metáfora y le respondo que se fije en Messi, en esa vaselina que cuela el balón por la escuadra, ante la impotencia del portero. Cuando Leo dispara, el balón dibuja una parábola sobre la diagonal del área y acaba en la red. Del césped a la escuadra, toda esa trayectoria de 20 metros ha salido de una bota cargada de intención. Como escribía hace dos meses, sospecho que la trayectoria del Universo, iniciada en el Big Bang, también es el efecto de una vaselina cósmica, pletórica de fuerza y precisión. También supongo que la evolución de las especies, su infatigable caminar desde la célula procariota hasta el ser humano, ya estaba contenida en el inteligentísimo impulso biológico que recibió la primera bacteria.


Reconozco que el tema que trae a Marta de cabeza es en sí mismo peliagudo, hipercomplicado. De entrada, parece que la Evolución -o sea, la conexión filogenética entre todas las especies- es un hecho. Y el gran argumento que lo avala no es morfológico, sino bioquímico: el idéntico metabolismo de todas las formas de vida. Con otras palabras: no son los fósiles la prueba de la Evolución, sino el ARN y ADN presentes desde el principio de la vida. El problema surge porque, junto al hecho de la Evolución, encontramos el persistente enigma de su explicación. ¿Qué provoca la multiplicación de especies? ¿Solo las mutaciones al azar y la selección natural? ¿Tal vez la progresiva actualización de un programa insertado en las moléculas de la vida? ¿La combinación de ambas posibilidades? Me temo que nunca lo sabremos.


Por otra parte, como nos recordó Ortega, nuestro conocimiento de la realidad es siempre perspectivista. La biología, en concreto, estudia al ser humano desde su perspectiva, sin captar otros puntos de vista esenciales, que no son biológicos: además de mamífero, el ser humano es libre, sentimental, inteligente, económico, ético, estético, histórico, político, cultural… Por ello, más que biológica, la Evolución es una cuestión interdisciplinar en la que –como poco- concurren cuatro enfoques: el biológico, el filosófico, el teológico y el ideológico. Pero la vida es un fenómeno tan extraordinario que la biología, la filosofía y la teología están muy lejos de comprenderla, y la ideología ni siquiera se lo plantea, pues solo busca su manipulación.


Con frecuencia se invoca el azar a la hora de explicar la organización de la vida. Pero esa apelación es indemostrable, no es empírica, no puede ser objeto de ciencia y, sobre todo, va contra la evidencia del orden y regularidad que se observan en la naturaleza. “Algo que ciertamente no se nombra con la palabra azar rige estas cosas”, escribió Borges. Y, mucho más genial, Neruda se preguntaba: “¿Cómo saben las raíces que han subir a la luz? ¿Y cómo saben las estaciones que deben cambiar de camisa?”. La respuesta metafórica ya la adivinan ustedes: en las botas de otro Messi.