Oh sonrisa, primera sonrisa, sonrisa nuestra.¡Qué único fue aquello! Respirar el aromade los tilos, escuchar el silencio del parque...y de pronto mirarse, y sonreír de asombro.A primera vista, sentimentalismo puro. En realidad, fenomenología pura. Rilke no es Bécquer. De paso, esta escena tan hermosa y sutil, imposible sin el perfume de los tilos, es mucho más explícita que todos los descoyuntamientos amorosos de la tele y el cine.